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Mario Vargas Llosa, durante la presentación de su nueva novela, ayer, en Madrid. :: JAIME GARCÍA
Sociedad

El feliz regreso de Vargas Llosa a Perú

«El nacionalismo supone el regreso a la tribu», lamenta el premio Nobel, que publica 'El héroe discreto'«Necesitamos el heroísmo anónimo de seres humildes cuyo sacrificio hace avanzar al mundo», dice el escritor

MIGUEL LORENCI
MADRID.Actualizado:

«Necesitamos héroes anónimos, esas gentes humildes, sensatas y bienintencionadas cuyo sacrificio hace posible que las cosas avancen». Palabra de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), Nobel de literatura, académico y narrador de fuste que regresa con su nueva novela a su Perú natal. Vuelve feliz, satisfecho y henchido de confianza tras años de mirar con dolor y desesperanza a su país. 'El héroe discreto' (Alfaguara) es un homenaje al arrojo de esa gente sencilla y noble capaz de enfrentarse sin esperar recompensa a los abusos del poder, a los embates de la violencia y de la corrupción y mantener la integridad sin afán de protagonismo. Es un elogio literario a un Perú que afronta el futuro confiado y que dejó de lado el nefasto nacionalismo al que Vargas Llosa tiene por «un terrible cáncer, como la corrupción», y al que insta a combatir «con energía y cultura».

Vargas Llosa cierra un bucle con esta novela, la primera que publica tras ganar el Nobel y tres años después de 'El sueño del celta'. Regresa a Piura, la ciudad en la que transcurrió su infancia bajo el implacable yugo paterno. Recupera el tono humorístico de novelas como 'Pantaleón y las visitadoras' y 'La tía Julia y el escribidor'. También a algunos personajes bien conocidos por sus lectores, como don Rigoberto, doña Lucrecia, Fonchito y el sargento Lituma, todos moviéndose ahora en el próspero Perú que emergió tras la dictadora de Fujimori.

«Por lo general, olvido a los personajes al acabar cada novela, pero unos cuantos se quedan ahí y me recriminan que su historia no ha acabado, que tienen más cosas que decir y que no lo he aprovechado», dijo el escritor peruano-español en una presentación multitudinaria en la que fue recibido y despedido con aplausos.

Relata la peripecia de dos peruanos de hoy que echan un pulso a la realidad en defensa de sus principios y su amenazada integridad. Uno es el ordenado y entrañable Felícito Yanaqué, pequeño empresario de Piura que se niega a ser extorsionado por la mafia, que «planta cara al chantaje, no se deja manipular por delincuentes ni se convierte en delincuente por miedo». El otro, Ismael Carrera, exitoso hombre de negocios, dueño de una aseguradora en Lima, que desafía las convenciones y urde una sorpresiva venganza contra sus dos hijos holgazanes y apodados 'las hienas', que querrían verlo muerto.

Ambos están por encima de las mezquindades de su entorno y «se proponen vivir según sus ideales y sus deseos», algo «realmente heroico», según su creador. «Los personas decentes son la reserva moral para el futuro de un país, y cuando el país pierde esa reserva entra en bancarrota aunque las cifras económicas digan que progresa», sostiene Vargas Llosa.

Su percepción, su mirada y su discurso sobre Perú han cambiado radicalmente. Destila ahora confianza en un país que aspiró a presidir y del que salió buscando un futuro incierto hace más de medio siglo. «La democracia parece consolidarse, hay consenso sobre los grandes asuntos, en especial, en la apertura económica, que estimula iniciativas privadas y ha permitido, a pesar de la desigualdad, un progreso desconocido en Perú y en otros países del entorno que viven el mismo fenómeno», se felicita.

Contra el nacionalismo

Su empeño era no hablar de política -«se lo prometí a mi mujer y a mi editora»- pero respondió «de forma literaria» a quien le preguntó por la esencia y la presencia del nacionalismo en la jornada de la Diada catalana. «El comienzo del progreso y de la civilización, según Karl Popper, es salir de la tribu; y el nacionalismo es la llamada de la tribu, que persiste. Es la abdicación de la soberanía individual, de la responsabilidad, de la obligación de vivir la propia vida y decidir en función de sus propias convicciones», dijo. «Regresar a esa tribu que toma las decisiones por nosotros es la esencia del nacionalismo y su resurgir es terrible», lamentó.

«Las dos guerras mundiales y los millones de muertos que causaron son producto del nacionalismo», denunció Vargas Llosa apoyándose en Popper. «En situaciones difíciles el nacionalismo resurge en las comunidades que se tribalizan, como vimos en países tan civilizados como Alemania y Japón». «Es terrible que el nacionalismo vuelva a sacar la cabeza. Si queremos progresar y desterrar la violencia, hemos de combatirlo con enorme energía y cultura», planteó. Como contraposición a esta «pesada lacra nacionalista» elogió la globalización como uno de los fenómenos «más fascinantes y positivos» en la historia reciente de la humanidad.

El otro «gran cáncer» que frena el progreso político y social «es la corrupción, que conspira contra el fortalecimiento de las instituciones en los países en proceso de modernización». «La corrupción propaga el cinismo, una actitud despectiva frente a la legalidad, y alimenta la idea profundamente destructiva de que todo el mundo es corrupto y que muchos se pregunten: '¿Y si todo el mundo es, por qué no lo voy a ser yo también?'».