«¡Es una victoria!»
El barrio Mezze 86, bastión alauí de Damasco, se siente ganador por el retraso del ataque de EE UU
DAMASCO.Actualizado:11-S, el presidente Bashar el-Asad cumple 48 años el mismo día que Obama decide posponer el ataque y dar una oportunidad a la vía diplomática. En el barrio de Mezze86, bastión alauí en Damasco, hay una mezcla de alivio y orgullo. Los vecinos, miembros en su mayoría de la misma secta que la familia Asad, saben que el vecino palacio presidencial es uno de los objetivos potenciales y el impacto de un Tomahawk tan cerca podría ser letal para las miles de casas levantadas de manera irregular a las faldas de esta colina.
Una fotografía enorme de Bashar vestido de militar da la bienvenida a los vehículos que hacen cola para pasar el control de seguridad. Los comités populares, grupos de vecinos armados por el Ministerio de Defensa, registran cada coche y la documentación de sus ocupantes. Por encima de la minoría cristiana, los alauíes son el objetivo número uno de los grupos extremistas de la oposición armada que, como al resto de las ramas del chiismo, les consideran herejes. Pasado el control la carretera sin asfaltar se eleva entre casas de alturas diferentes con los ladrillos a la vista, que forman una enorme colmena grisácea que casi ha duplicado su población desde el estallido de la revuelta. Aquí viven unas 400.000 personas, que forman la auténtica quinta columna del régimen. Desde cada escaparate, las fotos de algún miembro de la familia Asad vigila la calle. El culto al líder es religión y en las paredes cuelgan banderas con el eslogan «¡Alá, Siria, Asad!»
«Es una victoria lo que estamos viviendo. Si Estados Unidos estuviera seguro de su éxito habría atacado sin dudarlo», repite extasiado Maen Yalad, vendedor de pipas de agua de 29 años que tiene decorada su tienda con un cuadro de dos metros de altura con las fotos de Hafez, Maher, Basil y Bashar el-Asad por el que pagó 12.000 libras (42 euros). Yalad, como la mayoría de sus vecinos, llegó a la capital desde la costa mediterránea donde se encuentra la cuna de una secta a la que pertenece el 10% de la población y que controla el país desde 1971. La llegada al poder de Hafez el-Asad, padre del actual presidente, marcó el ascenso a los puestos clave del régimen y del partido Baaz de miembros de esta confesión que hoy lideran las fuerzas del orden, la inteligencia y los 'shabiha' (matones a quienes la ONU les acusan de estar detrás de matanzas sectarias) encargadas de la represión.
Esta colina servía hasta mediados de los ochenta de acuartelamiento a una brigada del Ejército llamada Mezze 86, pero ahora es una de las zonas más pobladas de la capital. «Estamos más seguros gracias al trabajo del Ejército que avanza frente a los terroristas (forma de referirse a los grupos armados de la oposición), después de 29 meses sigue siendo fuerte y eso ha sido uno de los problemas de Obama, que teme la respuesta de Siria», piensa Ala Leyla, barbero de 29 años en cuyo establecimiento hay únicamente dos pequeñas pegatinas de Bashar en el espejo, «no importa el tamaño o el número, lo llevamos grabado en el corazón y con el retraso de esta intervención militar vemos cada vez más clara la grandeza de Bashar respecto a Obama, un cobarde».
Demoledor
Las últimas cuatro décadas han supuesto una especie de paréntesis para los alauíes (antiguamente nusairis, y que no tiene relación alguna con la dinastía homónima marroquí) que han dejado atrás un pasado marcado por la persecución y el sometimiento a la gran mayoría suní, entre el 70 y el 75% de la población y de donde sale el grueso de los sirios que quieren derrocar a Asad. No tienen mezquitas, rezan en casas privadas organizando una especie de misa con ayuda de pan y vino, respetan fiestas musulmanas como el 'Id al-Fitur', pero no respetan el ayuno del ramadán, tampoco peregrinan a la Meca y celebran las Navidades cristianas. Unos herejes en toda regla para los fundamentalistas.
«Esta secta está poniendo el mayor número de muertos en este bando del conflicto, es cierto, pero es una lucha por la supervivencia frente a los extremistas. La patria necesita reconciliación, por este camino vamos a la destrucción total», lamenta Fouad Jadur, comerciante de 34 años que vive más tranquilo desde que pasó la amenaza de un ataque inminente porque «hubiera sido demoledor. Es momento de poner las armas químicas en manos de la ONU y entonces quedará quién es el culpable de su uso si vuelve a haber una matanza».
Las calles no tienen nombres, pero todos coinciden en señalar un cruce de caminos como la plaza central del Mezze 86. Un hombre uniformado y con larga barba negra habla por el móvil, pero al ver un extranjero cuelga y se acerca. Se presenta como un miembro de las fuerzas especiales, en su opinión «ahora podemos hablar de una victoria parcial, la auténtica victoria final habría sido la lograda con nuestro contraataque». En medio de tantas fotos del presidente, nadie ha recordado su aniversario en una jornada marcada por la nueva oportunidad para encontrar una salida al conflicto.