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Mariano Rajoy y Artur Mas, en un acto en Barcelona el pasado mayo. :: AFP
ESPAÑA

MAS ALARGA EL PULSO HASTA 2016

El presidente de la Generalitat reclama ahora al Gobierno de Rajoy alternativas atractivas a la independencia

CRISTIAN REINO
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El tiempo político corre a velocidad vertiginosa en Cataluña. Hace un año, en las semanas previas a la Diada del 11 de septiembre, el Gobierno catalán reclamaba a Mariano Rajoy un pacto fiscal como solución a todos los problemas del enfado catalán. La negociación no llegó a buen puerto, Artur Mas recibió un portazo en La Moncloa, adelantó las elecciones y llevó el pulso más lejos con la reivindicación de un referéndum de autodeterminación en apenas dos años, como paso previo a la proclamación de un Estado catalán. Puso velocidad de crucero, pero con la misma premura ha dado un giro copernicano a su discurso. Ahora, su horizonte está en 2016.

Mas dice que sigue pretendiendo celebrar una consulta en 2014, es su compromiso y lo ha firmado con Esquerra, pero lo que no quiere de ninguna manera es tener que convocar elecciones anticipadas a la mitad del mandato, como hizo en la legislatura anterior, cuando se llevó un batacazo memorable.Y el consabido rechazo del Gobierno central le ofrece la coartada perfecta. Si seguía bailando al ritmo que marcaban tanto su socio de gobierno como las plataformas soberanistas, ese era su inexorable destino: acortar la legislatura y reducirla, de nuevo, a apenas dos años.

Sobre el papel, el presidente de la Generalitat continúa defendiendo frente a Rajoy los cinco procedimientos que, a su juicio, permitirían celebrar su consulta dentro de la legalidad: los referéndos regulados y convocados por el Estado según el artículo 92 de la Carta Magna; la delegación de competencias, también recogida en la Constitución; los referéndos previstos en la ley catalana; las consultas de la proposición de ley catalana de consultas populares que se aprobará en otoño de este año, y la propia reforma de la Constitución. Pero en la práctica parece decidido a aferrarse a una sola, la convocatoria de comicios plebiscitarios al final de su mandato. Es decir, llamará a los catalanes a votar en unos comicios autonómicos, en los que los partidos concurrirían con un único punto en sus programas, independencia sí o no. El resultado, en número de escaños y votos partidarios de la secesión, podría desembocar en una declaración unilateral de independencia por parte del Parlamento de Cataluña.

Cubrirse las espaldas

Frenazo, marcha atrás o baño de realismo, lo que el presidente de la Generalitat pretende es controlar la velocidad de la transición nacional después de que hace un año se viera más o menos desbordado por el impacto del millón y medio de personas que salieron a la calle en la manifestación soberanista de la Diada. «Mas intenta cubrirse las espaldas, abre el abanico porque es consciente de que el proceso no será tan fácil como se había pintado en un primer momento», afirma Francesc Pallarés, catedrático de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.

El presidente del Gobierno catalán ratifica su intención de agotar la legislatura, no culminar el proceso soberanista y ganar tiempo, señala a su vez Héctor López Bofill, profesor de Derecho Constitucional en la misma universidad. Y es que la situación interna no puede ser peor para CiU, agrietada por el enfrentamiento entre Convergencia y Unió, y lastrada por unas encuestas que por primera vez dan a Esquerra Republicana el apoyo mayoritario del mundo soberanista. Las alarmas llevan meses sonando en la federación nacionalista porque si hoy se celebrasen elecciones al Parlamento catalán CiU quedaría por detrás de una ERC que se siente fuerte y está muy crecida.

La perspectiva de que la situación económica mejore juega a favor de Mas, que cuanto más alargue la legislatura más posibilidades tiene de que el electorado empiece a sentir que las estrecheces presupuestarias quedan atrás. El Gobierno de CiU no puede quitarse la etiqueta de administración asociada a unas tijeras que recortan pilares básicos del estado del bienestar y ese cartel, junto al de los casos de corrupción, Palau e ITV, se están comiendo su base electoral. Si la economía reverdece, los ajustes pasarán a ser cosa del pasado y la Generalitat dejará de estar casi intervenida por el rescate del Fondo de Liquidez Autonómico. Mas entiende que podría aupar el debate soberanista a la primera posición de las prioridades de los catalanes. Ahora ese lugar lo ocupan el paro y la crisis, como en toda España.

Mas gana tiempo, pero al mismo tiempo da más oxígeno al Gobierno de Rajoy, que hasta la fecha ha mirado para otro lado ante las reivindicaciones catalanas. En cualquier caso, algo parece que empieza a cambiar. El consejero de la Presidencia, Francesc Homs, afirmó el martes que ve movimientos en Madrid, y desde el Gobierno central acogieron el viernes con agrado el frenazo de Mas. Da la sensación de que se ha abierto una pequeña ventana de diálogo, más aún tras constatarse que Mas y Rajoy hablan con una cierta regularidad.

«La rectificación de Mas es premonitoria de que está intentado una opción intermedia», señala López Bofill. El caso es que el Ejecutivo catalán lleva tiempo reclamando a Rajoy una alternativa «atractiva» a la independencia, que algunos llaman tercera vía y que pasaría por un mayor autogobierno, blindaje competencial y lingüístico y mejora del sistema de financiación o hasta una versión catalana del concierto vasco. Se ha apuntado incluso que técnicos del Gobierno y de la Generalitat estudian ya diversas fórmulas jurídicas que permitan celebrar el referéndum. Se habla de una pregunta con tres respuestas, independencia, mas autonomía o como hasta ahora, lo que restaría posibilidades a la opción secesionista. «El proceso tiene que empezar de verdad. Hasta ahora ha habido declaraciones altisonantes de unos y otros, pero hay que bajar a lo concreto, a ver si hay posibilidad de acuerdos, si hay encaje y desdramatizar el debate», apunta Pallarés.

Alternativa pactada

Con la vista puesta en la negociación de esta opción intermedia, el Gobierno de Mas también aguarda con interés en 2015. Ese año habrá elecciones generales y desde CiU suspiran por un PP o un PSOE sin mayoría absoluta que serían más proclives a escuchar las reclamaciones catalanas. Su objetivo es prolongar el pulso con el Gobierno central hasta 2016, acumular fuerzas y ganar posiciones en la tabla negociadora. «El PP ha jugado fuerte con su discurso y cambiarlo no es fácil, pero debería afrontar la situación. Me cuesta creer que no sepan ya desde hace tiempo que esto del sentimiento independentista no es un calentón de un verano. Pero por tacticismo electoral, los populares no se mueven», afirma el catedrático de la Pomepu Fabra.

López Bofill cree que este aumento del soberanismo ha llegado para quedarse y no bajará ni aunque mejore la situación económica. Las encuestas señalan que los partidarios de la secesión son mayoría hoy en Cataluña. Según el CEO, el CIS catalán, el 55,6% de los catalanes votaría sí a la independencia, según datos de junio de este año, diez puntos más que hace dos años. El porcentaje tiende a estabilizarse y alcanzó su nivel máximo el año pasado, justo después de la Diada, cuando en 2000 el porcentaje de la población catalana que se mostraba partidaria de la ruptura con España no superaba el 8%, mientras que nueve años después la cifra se elevó al 21%, según un trabajo dirigido por el sociólogo Javier Elzo.

Esta pujanza del soberanismo tiene su reflejo en el Parlamento autonómico, donde 74 diputados de los 135 que hay en la cámara profesan la fe soberanista. Esquerra es la fuerza que ha fagocitado este incremento del independentismo y tiene la llave de la gobernabilidad. «O arriesga o es cómplice de un Gobierno que dilapida el proceso», señala López Bofill. «Esquerra se siente fuerte y veremos si está dispuesto a ralentizar el camino hacia la consulta», acota Pallarés.