Un tiempo nuevo
Actualizado: GuardarDemasiado apocalíptico el discurso de la nueva presidenta de la Junta de Andalucía, demasiado mesiánico, podríamos decir. Y eso que Susana no abusó mucho en el fondo –que sí en las formas– de su pasado de catequista, pero le salió una cosa muy a lo «Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron», que no logró convencer ni a propios ni a extraños, pero que me recordó por momentos al «no habrá más muerte, ni pena, ni queja ni dolor, porque todo lo de antes pasó. Y el que estaba sentado en el trono dijo: yo hago nuevas todas las cosas». Algo así fue lo de Susana, ya lo saben, nuevos modelos, nuevos mercados, todo nuevo, lo de antes ya pasó, me avergüenzo de todos estos que me han puesto aquí… en fin, muy apocalíptico. Acorde con los tiempos, dirá usted. Y dirá bien, porque cada vez es más común que tengamos que salir a la calle con el manual de interpretación bajo el brazo, porque todo es «dije, pero quise decir…», «me refería a otra cosa», «no era eso lo que dije» y así, la verdad, no hay quien entienda nada.
Como tampoco se entiende que se siga celebrando el Festival Aéreo como colofón a un verano que estamos intentando cerrar desde primeros de agosto (el Trofeo a primeros, las puestas de sol a mediados, el entierro de la caballa a finales…). Un Festival Aéreo que aportará –o no– beneficios a la hostelería, pero que ya no aporta nada a una ciudad que está harta de mirar al cielo cada mañana a ver de dónde le vendrá el auxilio. Y ya no valen excusas populistas de convertirnos en el asombro de Damasco y en la Meca de los peregrinos de la aviación, porque efectivamente, esto de los aviones tiene una, o como mucho dos, visitas. El olor a combustible, el ruido atronador, la incomodidad, el peligro potencial tipo armagedon… siga, siga usted que también lo ha escuchado en la cola del supermercado, y en la plazoleta, y en la playa, y sabe que este año tampoco irá a pasar calor para ver los aviones, ni aunque vengan los pilotos británicos de los Juegos Olímpicos, ni aunque viniese la misma Reina de Inglaterra disculpándose por lo de Gibraltar. Que no, que esto es un tiempo nuevo.
Sin arengas, sin confrontaciones, sin que la ‘compañera Michinina’ nos predique –la dignidad, amigos– , sin que el colectivo de parados de Cádiz –no estaría de más que alguien les diera algunas nociones de elocuencia a los que van de oradores y se convierten en sus peores enemigos– nos convoque, sin que salgan a relucir cuánto cuesta lo gratis, el festival aéreo ha ido perdiendo aceite con el paso de los años. No ha llegado –a pesar de sus seis ediciones- a la categoría de tradición y todavía se pregunta la gente «y esto ¿por qué es?» Otro tiempo, sin duda.
Un tiempo en el que poco importa ya si el puente se termina o no, si la alcaldesa consigue doscientos millones para la Zona Franca. Un tiempo en el que las horas tienen menos de sesenta minutos y en el que puede comenzar en cualquier momento la cuenta atrás. Qué le vamos a hacer. Susana, la presidenta, dice que se avergüenza de la corrupción y que luchará contra el fraude, en un discurso largo, larguísimo y apocalíptico. Tan apocalíptico como ese cielo plagado de aviones.
Y ahí en medio está usted. Sin saber cómo decir que lo único que le preocupa es cómo llenar las alforjas de sus hijos que empiezan el curso el próximo martes. Eso, y no otra cosa, es un tiempo nuevo.