Los derechos de Lola y Nahir
José Manuel Hesle
Actualizado:Entre risas y alborozos, las manitas de Lola, gaditana de 3 años, se estampan sobre la pancarta que sus padres despliegan en defensa de sus derechos. Impactada aún por la muerte de sus amigos, Nahir, siria de 3 años, llora desconsolada mientras las lágrimas dibujan diminutos surcos sobre la ennegrecida piel de su cara.
Los padres de Lola y de los otros niños se rebelan por los efectos que pudieran tener en sus hijos el insalubre y deteriorado estado en que se encuentra la zona de juegos del barrio y reclaman que los responsables municipales tomen cartas en el asunto. Se sienten reforzados porque la prensa se ha hecho eco de sus quejas y porque muchos vecinos les felicitan por la iniciativa. Nahir y su familia vienen padeciendo desde siempre las consecuencias de su condición sunií, mayoritaria entre la población siria, y nunca han disfrutado de demasiados derechos. En la primavera de hace dos años su hermano Mahmoud, junto a otros jóvenes, fue detenido y torturado por realizar pintadas reclamando un trato más igualitario y digno por parte del gobierno. Las gentes, animadas por lo que estaba sucediendo en Egipto y Túnez, se echó a las calles pidiendo su liberación. Desde entonces las cosas han ido a peor ya que los partidarios del presidente Bashar Al-Asad, temerosos de perder sus privilegios, les acusan de querer derrocarle y les hostigan constantemente. Muchos vecinos no han tenido más opción que organizarse para defenderse, por lo que la calle ha dejado de ser un lugar seguro dónde jugar. Miles de personas ya han perdido la vida y más de 2 millones, la mitad de ellas niños, se han visto obligadas a abandonar sus hogares y huir hacia los campos de refugiados de la vecina Jordania, Líbano o Egipto. Allí las Ongs que actúan en la zona se esfuerzan por mantener en funcionamiento las escuelas y en crear espacios de ocio desde dónde abordar el trauma producido por la barbarie y la sinrazón.
Blindados los derechos que a Lola y demás amigos les asisten, no deberían sus padres obviar tampoco que la educación en el diálogo, el respeto a todas las opiniones y la corresponsabilidad social son imprescindibles para la paz y la convivencia futuras; y que favorecer la conciencia de que otros niños, como Nahir, no han hecho menos que ellos para merecer un trato tan diferente, resulta elemental para generar una permanente disposición de solidaridad hacia quienes, en cada momento, resultan más vulnerables. Para que sepan reaccionar ante las injusticias y las desigualdades sociales y para que, además de los propios, sean capaces de distinguir y pronunciarse en favor de los derechos ajenos; dentro y fuera del mundo en el que a diario se mueven.