opinión

Transparencia gaditana, ya

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Vivimos en un país en el que si una periodista pide la información más insulsa, el dato más inocente (todos los son, aunque no sus interpretaciones) la primera respuesta que recibe es ‘No’. Da igual que se trate de una administración local, autonómica o nacional. Según el ámbito que abarque la institución, la negativa será más o menos educada, cada vez menos educada, porque parece que con el tiempo el personal contratado en las administraciones públicas pierden las formas. Tienen demasiado que agradecer a los que los colocaron y poca memoria para recordar que están ahí para ofrecer un servicio público. Y que sus clientes somos todos, los de la misma cuerda, los de la contraria y los que sólo nos dedicamos a preguntar, que es nuestro trabajo. Demasiado a menudo se nos atribuye a quienes buscamos información una maldad o una intención que tampoco tenemos. Preguntamos porque nos ganamos el sueldo haciéndolo y es sano que alguien desempeñe esta tarea si queremos una democracia sana. Nunca trato estos temas, como tantos otros, porque me aburren. Considero que están anticuados, que deberíamos tenerlos superados. Pero ayer mismo constaté que no hemos aprendido nada en décadas de democracia. Recordé que el desprendimiento de una simple bovedilla en un colegio gaditano (como podía haber sido en cualquier otro punto de España) ha desatado una serie de tramas, intrigas, secretos y mentiras que dejan en pañales a la novela negra nórdica, tan de moda.

Queridos demócratas, cuando una periodista pide un dato público hay que ofrecerlo. Se trata del derecho de todos, de cualquier ciudadano, y de la prensa en particular, que tiene este cometido. Cuando un fotógrafo busca una imagen en un lugar público no hay que impedirlo, estamos en nuestro derecho de verlo. Estoy segura de que los empleados, contratados para taponar los flujos de información, deben pensar que vivimos en una sociedad democrática en la que ellos juegan un papel fundamental. La otra solución, que también podemos votarla, oiga, sería acabar con la prensa. Cerrar todos los medios de información y que cada cual se busque la vida en la caverna.