Impresión educativa
Actualizado:Que un colegio tenga que pasar por unas profundas obras de reforma o mantenimiento está lejos de ser una noticia. Debiera ser lo común y frecuente, que se realizaran los trabajos necesarios para garantizar un buen servicio a los alumnos y un marco de trabajo adecuado a los docentes. Sin embargo, el curso escolar en la capital gaditana comenzará con unas obras convertidas en gran novedad. Los matices que la convierten en excepcional tienen que ver, todos, con la imprevisión de la Junta de Andalucía. Durante años, desde que comenzó el siglo al menos, las quejas de los padres del colegio Carlos III han sido constantes, regulares. Las denuncias por los desperfectos del edificio saltaban a la luz pública cada pocos meses. La administración autonómica las ignoraba o las resolvía con parches provisionales, las enterraba en reproches al Ayuntamiento, que está encargado del mantenimiento, de las cuestiones menores, nunca de las grandes deficiencias estructurales. Con esa actitud, que ha contado con la connivencia de algunos responsables del centro que no querían ‘molestar’ en la delegación provincial de la Consejería, se ha llegado a una situación mucho peor. Las obras podían haberse hecho en distintas fases, aprovechando veranos, finales o inicios de curso, sin interferir. Ahora el problema ha crecido por acumulación de retrasos, por inacción y omisión. Ahora, ayer, los padres se enteraron de que muchos de sus hijos tendrán que realizar parte del curso en otro centro y vieron patios, aulas, áreas enteras, precintados tras un informe técnico que habla de graves riesgos. Es el resultado de mirar hacia otro lado, buscar excusas y no hacer los deberes. Finalmente, el trabajo hay que afrontarlo pero con peores consecuencias y molestias.