La cadena humana de la Diada ahonda la división interna en CiU y el PSC
El pulso soberanista vuelve a tensar las relaciones entre Mas y Rajoy y amenaza con causar una fractura institucional
BARCELONA. Actualizado: GuardarDespués de la gran manifestación del 11 de septiembre del año pasado, que precipitó unas elecciones autonómicas anticipadas en las que Artur Mas repitió triunfo pese a perder 12 de sus 62 diputados y Esquerra Republicana se erigió en el árbitro de la política catalana, el independentismo prepara una nueva exhibición de músculo para la Diada de este año. Dentro de semana y media no habrá una marcha multitudinaria como en 2012, sino una cadena humana que recorrerá Cataluña desde el sur al norte para reclamar la independencia. Unos 400 kilómetros, en los que se prevé que cientos de miles de personas emulen la protesta que Estonia, Letonia y Lituania protagonizaron en 1989 para exigir el fin de la ocupación soviética.
La Vía Catalana quiere lanzar un mensaje inequívoco a favor de la secesión, lo que garantiza más dosis de tensión en la ya de por sí tirante política catalana. Primero en los partidos. CiU y PSC son los que sufren más quebraderos de cabeza. En la federación nacionalista, la plana mayor de Convergència Democrática, estará en la cadena, Mas mantendrá una postura institucional y no irá; a diferencia de la de Unió de Josep Antoni Duran Lleida, que no ha tomado una postura definitiva pero rechaza el lema independentista.
Un desencuentro más entre los socios, que tiene su prolongación en el Gobierno -la mayoría de consejeros de Convergencia irá a la cadena y los de Unió, no- después de un año muy crispado, en el que ha sobrevolado el fantasma de la ruptura. Una tensión que a medida que se acerque la consulta, sobre todo si el Gobierno de Rajoy no la autoriza, irá a más y puede ser insostenible.
Donde el fantasma de la fractura llama cada dos por tres a la puerta es en la sede socialista. La dirección del PSC no quiere saber nada de la cadena y su negativa a suscribir las tesis soberanistas, aunque esté a favor de la consulta, ha provocado una seria crisis interna, provocada sobre todo por el sector más catalanista, que representa a una cuarta parte del partido, cada vez más próximo al nacionalismo y alejado del PSOE. Sólo el tiempo dirá si las dos corrientes que se han creado, 'Avancem' y 'Agrupament', son la antesala de la escisión. De momento, la presencia en la Vía Catalana de Ernest Maragall, Joaquim Nadal y otros no hará si no agrandar la grieta que se ha abierto en el socialismo catalán.
La Diada, además de la tensión entre los partidos, ahondará la brecha entre la Generalitat y la Moncloa. Antes del verano, Mas, que se mantiene con los presupuestos prorrogados, agarrado al grifo del rescate financiero del Fondo de Liquidez Autonómica y con un ojo puesto en los tribunales por los casos Palau e ITV, solicitó por carta a Rajoy autorización para celebrar la consulta. De la réplica que dé el presidente del Gobierno dependerá todo lo que vendrá después. El Gobierno catalán defiende que hay hasta cinco mecanismos en el ordenamiento jurídico español que le permitirían convocar un referéndum legal.
Si Rajoy dice no a todos, Mas se verá obligado a tomar la decisión más complicada de su vida; tendrá que decidir entre posponer el proyecto soberanista, lo que casi daría por concluida la legislatura, o convoca una consulta alternativa organizada por ayuntamientos o por organizaciones privadas, o adelanta elecciones, como el año pasado, pero que en este caso tendrían el carácter de plebiscitarias, o bien opta por declarar la independencia de manera unilateral.
Haga lo que haga, el desafío institucional estará sobre la mesa. El resultado de la Diada, una vez más, volverá a actuar de termómetro del soberanismo y aumentará la presión sobre el Ejecutivo central, que deberá medir sus pasos si no quiere seguir escuchando que es el responsable del aumento del independentismo.
Desde la Generalitat reiteran que el órdago actual no responde a un calentón. La cuestión catalana va en serio y el problema seguirá existiendo por mucho que desde el Gobierno central insistan en la legalidad. Mas, que siente que se siente impelido por una obligación histórica y que en ocasiones parece atrapado por Esquerra y los movimientos independentistas como la Asamblea Nacional Catalana u Ómnium Cultural, ha lanzado un órdago y está muy próximo a enseñar sus cartas. Aunque no todo el mundo en CiU quiere el choque de trenes.