John Densmore, Robbie Krieger, Ray Manzarek y Jim Morrison.:: A.P.
Sociedad

Cuarenta años descabalgados de la tormenta

El 30 de agosto de 1973 se escribió el epitafio de The Doors, una de las bandas más influyentes de la historia del rock, liderada por el magnético Jim Morrison

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Habían transcurrido apenas dos años del trágico deceso de su vocalista, Jim Morrison, uno de los mayores mitos musicales del siglo XX, sin cuya magnética presencia cualquier intento de supervivencia estaba condenado al fracaso. Bien lo sabían Ray Manzarek, Robby Krieger y John Densmore. Mas hay realidades que cuesta aceptar, sobre todo cuando los pies, lejos de tocar el suelo, cabalgan las traicioneras olas del éxito. Así que los viejos compañeros de fatigas del 'Rey Lagarto' siguieron adelante. El resultado: dos discos, 'Other voices' y 'Full circle', que no sirvieron sino para constatar la imposibilidad de mantener vivo el espíritu que había enfervorizado a una generación. Únicamente quedaba escribir el epitafio y mimar un legado que habría de darles pingües beneficios en las décadas siguientes.

Atrás quedaban ocho años gloriosos y turbulentos, producto inevitable de un genio dionisíaco que iluminó con su talento a una juventud ávida de guías que abriesen nuevos horizontes pero que, incapaz de domeñar a sus demonios, acabó devorado por ellos.

Canciones escritas bajo el influjo de las musas y las drogas convertidas en himnos inmortales, conciertos apoteósicos que atestiguaban la hermandad entre una banda en permanente estado de gracia y un público obnubilado, ventas arrolladoras que hacían las delicias de su productor. Era el luminoso rostro del ascenso de un grupo gestado a partir del encuentro entre dos viejos compañeros de estudios, Morrison y Manzarek, a quienes no tardarían en unirse Krieger y Densmore, y que adoptaría su nombre artístico de un verso del poeta William Blake.

Éxito

Bajo el paraguas de Elektra Records, The Doors facturaba su primer disco en 1967, un trabajo homónimo en el que sobresalía 'Light my fire', tema que les catapultaría a lo más alto y que motivaría las iras del presentador Ed Sullivan después de que Morrison obviara, bien por olvido bien por su carácter insumiso, su petición de alterar la letra en la única aparición que hicieron en su programa para no sulfurar las mentes biempensantes. También 'Break on through (to the other side)', censurada por la discográfica al igual que 'The End', otro de los cortes estrella del álbum.

Le seguiría, meses después, 'Strange days', cuya calidad, como la de los buenos vinos, mejoró con el tiempo. 'Love me two times', 'People are strange', 'When the music's over' y, sobre todo, 'Moonlight drive', eran las joyas del que probablemente sea el mejor trabajo de los californianos.

'Waiting for the sun' (1968), que les proporcionaría su segundo número uno en las listas de ventas estadounidenses merced al corte 'Hello, I Love You' y con el que se embarcarían en su primera gira por Europa; 'The Soft Parade' (1969), que marcaría un giro hacia temas más comerciales como 'Touch me' y una notable presencia de arreglos metaleros que no muy bien acogida por los puristas de su sonido clásico; 'Morrison Hotel' (1970), con canciones mucho más luminosas de las habituales en su repertorio; y 'L.A. Woman' (1971), con un 'Riders on the storm' que perduraría décadas en las emisoras de radio, completarían la trayectoria discográfica de una banda catapultada por el poder de atracción de su 'frotman', la pericia al teclado de Manzarek y unas letras impregnadas del poético aliento de los maestros a los que Morrison leyó con fruición.

Ocaso

Pero como otras muchas historias, esta tiene también su reverso amargo. Morrison, tan extraordinario como irreverente, puso en jaque al grupo en varias ocasiones. El cénit de su rebeldía llegó en la primavera de 1969 cuando en un concierto en el Dinner Key Auditorium de Coconut Grove, en Miami (Florida) se bajó la bragueta y simuló una masturbación mientras profería insultos a un público escandalizado. Soplaban vientos conservadores en Washington que chocaban con el grito de libertad que resonaba en otras partes del país y que tendría en el Festival de Woodstock su máximo exponente. El cantante fue acusado de seis delitos por su obscena conducta. Condenado por exhibicionismo y empleo de un lenguaje ofensivo en público, afrontó seis meses de cárcel y una multa de 500 dólares.

Una fianza de 50.000 dólares evitó la prisión, pero no la cancelación de sus actuaciones por parte de unos promotores aterrorizados ante una repetición del escandaloso episodio. Solo la menos remilgada Nueva Orleans osó acoger a The Doors en el último concierto de Morrison en territorio estadounidense. A partir de entonces sentaría sus posaderas en la más liberal Francia, cuna de otros poetas malditos como Paul Verlaine o Arthur Rimbaud con quienes mantuvo una conexión más intensa que con otras estrellas de la música. En la bañera de su piso del barrio parisino de Le Marais, apareció su cadáver el 3 de julio de 1971 en circunstancias nunca esclarecidas. El final de The Doors era solo cuestión de tiempo.