la última

La primera vez

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Nuestras vidas transcurren entre la rutina y las primeras veces. La una es cómoda, tranquila y nos invita a quedarnos en ella. Nos da seguridad y es la puerta para adentrarnos en nosotros mismos con ciertos toques de inmovilismo. Las otras están llenas de incertidumbre, de miedos y de inquietudes. Nos llevan al borde del abismo del que no conocemos su profundidad, nos adentran en un mundo desconocido. El primer recuerdo del que tenemos conciencia, el primer beso de juventud, el primer amor con aleteos estomacales, la primera vez que nos sentimos persona, la primera responsabilidad, el primer sí, el primer no, la primera verdad a regañadientes, la primera mentira, piadosa o no, todo está lleno de primeras veces. Cuanto más mejor. Imagínense la pobreza del que sólo haya tenido una sola primera vez. Su vida habrá sido una pobre existencia. Las primeras veces nos inundan de experiencias y nos hace más sabios, con más errores, pero pobre de aquel que no se equivoque muchas veces en su vida. El error es consustancial a la sabiduría, partes de un mismo todo. Para ganar o perder hay que jugar.

Los datos macroeconómicos parecen que nos van adentrando en la senda de la mesura, qué no de la recuperación, ésta tardará en llegar, no se sabe cuándo ni cómo. Nuestra balanza de pagos, ese diferencial que nos posiciona entre lo que vendemos al exterior y lo que compramos fuera, nos sitúa en una situación de privilegio. De aquí a nada el equilibrio será perfecto. Nuestra Comunidad y la provincia de Cádiz están a la cabeza. ¡Que paradoja¡, cuando es la región con la mayor tasa de desempleo de Europa. Dicen que son las tecnologías, la industria y el sector agroalimentario los que encabezan este ranking. Estos son datos meramente económicos.

La materia gris, la sabiduría de nuestra juventud, la mejor formada de todos los tiempos, no cuenta. Si fuese así nuestra balanza exterior sería de un superávit escandaloso. Que ruborizaría a los países que lideran este frenesí de las ganancias.

Ánimo a todos los que como tú han pasado primeras veces fuera de su tierra. ¿Quién se acuerda de la «Tierra Extraña» de Doña Concha o de «El Emigrante» de Valderrama?. Lo de ahora es como lo de antes, por imposición. Nos diferencia las características de la maleta, nada de cartón y de ataduras con cuerda de soga, ahora son trolis que cumplen las normas de AENA. Nada de despedidas en vagones de tercera con bocadillos en papel de estraza, ahora se hacen en zonas de embarque de aeropuertos con diseños futuristas y con tiendas duty free. Que no nos digan que esto es globalización, cuando no hay opción a decidir. Saber idiomas abre puertas, pero que no te cierren las de tu propia casa. Recuerdo el Zoco de Marrackech, todos eran políglotas, y no por eso vivían mejor, ni tenían en dechado de oportunidades en su país.