Damasco, tres meses bajo el terror a las armas químicas
Los vecinos de la capital suman la amenaza de la intervención armada internacional al pánico de vivir bajo el posible uso de sustancias prohibidas
EL CAIRO.Actualizado:No hay más de tres kilómetros de distancia entre el barrio de Qassa'a y Jobar, ciudad del cinturón rural de Damasco, que está bajo control de los grupos armados de la oposición. Tres kilómetros de tierra de nadie en los que sólo hay destrucción y muerte, la típica línea divisoria que se ha marcado en las diferentes ciudades de Siria en disputa.
La diferencia aquí es que desde mayo la población civil vive bajo el terror extremo a que cualquiera de los dos bandos se le ocurra emplear armas químicas. «El domingo 26 de mayo, por la tarde, recibimos 78 pacientes que presentaban los mismos síntomas, problemas respiratorios leves y picor en los ojos, que los tenían enrojecidos. Es la primera vez que nos pasa algo parecido», confesaba a este medio en un viaje reciente a Damasco Joseph Nasrala, cardiólogo que dirige el Hospital Francés desde 1963, el centro de referencia más próximo del lado del régimen a esta línea del frente.
«No sabemos la causa de los problemas, no tenemos pruebas para decir que fueran armas químicas. Yo, y los demás profesionales del centro, creemos que si se empleara gas sarín en Jobar, como dice la prensa internacional, no habrían vuelto a sus casas en diez minutos. Lo que hay es mucho miedo y cada vez que hay un olor extraño muchos vienen directos al hospital», subrayaba con vehemencia el doctor Nasrala, pocos días después de que Le Monde publicara un extenso reportaje en que acusaba a las fuerzas de El-Asad de bombardear Jobar con gas sarín.
Tres meses después las pruebas son visibles. Al menos 1.300 personas han perdido la vida, según la opositora Coalición Nacional Siria (Cnfros), y la ONU investiga sobre el terreno para determinar lo ocurrido tras el uso de unas armas prohibidas del que se acusan régimen y opositores armados. El ataque de la semana pasada superó la 'línea roja' marcada por Barack Obama para intervenir en Siria, pero también ha roto el tabú que existía en los medios de información oficiales que ahora, como lo hacen desde antes del verano las páginas web de régimen y oposición, ofrecen instrucciones sobre cómo protegerse en caso de ataque químico. Compra de máscaras, sellado de puertas y ventanas con silicona, remedios caseros para combatir la toxicidad. el pánico se ha apoderado de la población civil de Damasco, que vive bajo la doble zozobra del gas asesino y, ahora también, la ofensiva de la comunidad internacional que puede abrir de forma definitiva las puertas de la capital a los grupos armados de la oposición.
El precedente
El portavoz de Exteriores sirio, Yihad Makdessi, autoexiliado en Londres, abrió la caja de Pandora el verano pasado al responder a una pregunta sobre el tema en una rueda de prensa asegurando que este tipo de armas se emplearían «únicamente en caso de agresión externa». Sobre el terreno la primera alarma saltó en Jan al-Asal, cerca de Alepo, el 19 de marzo de este año, cuando el régimen denunció la muerte de 29 personas tras el uso de armas prohibidas por parte de los rebeldes. Además de su trabajo al este de Damasco, el equipo de la ONU parece tener también permiso para viajar hasta Jan al-Asal y estudiar lo que allí sucedió.
La misión internacional, que entró el 18 de agosto en el país tras varios retrasos, está dirigida por Ake Sellström, antiguo inspector de armas químicas en Irak para la ONU. En aquella ocasión la comunidad internacional, liderada por Estados Unidos, no prestó mucha atención a los informes antes de lanzarse al ataque contra las armas de destrucción masiva que finalmente no existían. Esta vez que sí existen, los líderes occidentales parecen no tener tiempo para conocer los resultados finales del trabajo de los investigadores. La decisión está tomada.