Expertos de la ONU en armas químicas hablan con residentes de uno de los barrios de Damasco afectados por el ataque del miércoles. :: REUTERS
MUNDO

La ONU recoge pruebas del ataque químico

Los inspectores recibidos a tiros en Damasco, hablaron con los afectados y analizaron muestras sobre el terreno

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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«Múltiples disparos» que alcanzaron el vehículo que lideraba el convoy de la ONU en las llantas y el cristal delantero no lograron ayer que los inspectores fracasaran en su misión de examinar el lugar donde el miércoles se produjo un ataque químico masivo. «Los inspectores están muy satisfechos con el trabajo que han podido hacer, sienten que su jornada ha sido muy productiva», anunció en Nueva York un portavoz de Naciones Unidas.

El día había comenzado mal, al convertirse los inspectores de la ONU en objetivo de francotiradores sin identificar. «No sabemos quiénes son, pero esperamos que tanto el Gobierno de Bashar el-Asad como la oposición nos ayuden a descubrirlo», dijo Farhan Haq. Nadie resultó herido en el incidente, pero el vehículo quedó imposibilitado para seguir el camino, por lo que el convoy en el que viajaban los 12 inspectores tuvo que volver al hotel Four Seasons de Damasco para cambiar de vehículo. En el segundo intento del día, lograron llegar hasta tres hospitales de las afueras de Ghouta, donde en la madrugada del miércoles ingresaron más de 3.000 personas afectadas por un gas neurotóxico sin identificar, de las que según Médicos Sin Fronteras murieron 355.

«Los inspectores han podido realizar entrevistas y recoger muestras que están evaluando», dijo Haq. Su misión, recordó, no es determinar quién lanzó el ataque químico del miércoles, del que se acusan mutuamente tanto el Gobierno como los rebeldes, sino simplemente determinar que ocurrió tal ataque. O en palabras del portavoz de la ONU, «construir una narrativa basada en los hechos».

Los hechos ya los han atestiguado múltiples organizaciones de derechos humanos durante los cinco días en que los inspectores han estado aguardando la autorización del Gobierno para visitar la escena. En ese tiempo se han recogido y analizado informalmente muestras de las víctimas. De ahí que el viernes Estados Unidos quisiera esperar a la investigación de la ONU, pero el domingo la considerase ya irrelevante. Washington dice tener «pocas dudas» de que el ataque fue perpetrado por las fuerzas de El-Asad, aunque el Gobierno de éste apela al sentido común para demostrar que no habría tenido sentido perpetrar un ataque químico dos días después de que llegaran los inspectores de la ONU, a sabiendas de que esa es la línea roja que Barack Obama había pintado para tomar cartas en el conflicto.

Obama es ahora víctima de sus propias palabras, que los rebeldes y un buen número de países aliados quieren cobrarle. No es que el mandatario estadounidense tenga apetito bélico, y aún menos su pueblo, pero muchos coinciden en que si no hace buena su amenaza perderá el respeto del mundo. Francia, Reino Unido, Turquía e Israel quieren una respuesta inmediata para demostrar que el mundo no tolerará la progresión de ataques químicos, y algunos hablan de esta misma semana.

Ironías de la vida. Con el veto asegurado de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU, y el Congreso de EE UU de vacaciones hasta el 9 de septiembre, Obama está abocado a repetir los errores de su antecesor que tan duramente criticó: atacar a otro país sin autorización del Congreso ni de la ONU con la excusa de armas químicas.

Buques en el Mediterráneo

Tanto sus asesores como los legisladores aseguran que no será nada parecido a lo que ocurrió en Irak, porque lo único que se contempla es una ráfaga de ataques quirúrgicos con misiles Tomahawk a instalaciones militares susceptibles de preparar acciones con misiles químicos. Cumpliendo con las órdenes del presidente, el Pentágono ha hecho circular por la Casa Blanca una lista de los objetivos que podría alcanzar dentro de Siria con los cuatro destructores que tiene anclados en el Mediterráneo. Turquía ha asegurado que más de 35 países apoyarían la operación, incluso sin la autorización de la ONU.

Los barcos se han posicionado de acuerdo con esta posibilidad, pero no hay indicios de maniobras para abastecimiento de aviones, equipos médicos o cualquier otro paso militar que pudiera indicar un ataque de otra naturaleza. Con todo, incluso el lanzamiento de esos misiles extremadamente precisos conlleva dos grandes riesgos: la respuesta de las modernas baterías antiaéreas que Rusia le ha vendido a Siria y el peligro lógico que se deriva de atacar instalaciones con armas químicas. Todos los analistas asumen que probablemente se encuentran ubicadas cerca de núcleos de población por razones estratégicas. El mínimo error podría desencadenar una tragedia mayor de la que se intenta evitar, como advirtió a principios de verano el propio Obama que, a diferencia de sus aliados, no tiene prisa para la guerra.