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La Portorrealeña se escribe ya en femenino

José Cabeza, el pastelero afincado en Puerto Real que ha logrado hacer famosas sus tarta de San Marcos, se jubila tras 40 años al frente del negocio

JOSÉ MONFORTE
CÁDIZ.Actualizado:

La Portorrealeña, una de las mejores pastelerías de la provincia en la confección de dulces clásicos, se pronuncia más en femenino que nunca desde el pasado mes de abril. La segunda generación de la familia Cabeza Álvarez, se ha hecho cargo del obrador. José Cabeza Saucedo, el maestro pastelero que pusiera en marcha el negocio en 1976 se jubila tras más de cuarenta años 'de durse'. La herencia la recogen sus hijas Estefanía y Nieves. Practicamente han crecido entre bizcotelas, negritos, canastillas rellenas y tartas de San Marcos. Ahora se hacen cargo del negocio y seguirán elaborando las recetas creadas por su padre, que les ha ido transmitiendo durante estos últimos años.

Cada fin de semana la historia se repite. Al final de la calle Nueva, que cruza todo Puerto Real, se ve una fila de coches con los intermitentes puestos en señal de que «me voy en un momentito». El momentito es lo que se tarda en que en La Portorrealeña te preparen un papelón de dulces de entre las 30 o 40 especialidades que salen cada fin de semana del obrador.

De Chiclana a Puerto Real

José Cabeza Saucedo trabajaba en el campo. Es de Chiclana. Por aquello de buscarse algo con lo que hacerse hombre de provecho se arrimó a la pastelería de La Española en su misma localidad. Allí aprendió muchas cosas y también de Vitorio, un pastelero italiano, que trabajaba en La Camelia de Cádiz y que fue el que le enseñó los mayores secretos de la profesión. José emigró a Holanda, por lo de buscarse dos pesetas, pero terminó volviendo a Puerto Real y fijándose en un local en la calle Nueva donde se estableció en 1976.y hasta hoy.

Dice que le puso La Portorrealeña «en homenaje a la ciudad que me acogió». En su establecimiento no hay mousses, ni dulces en vaso, ni decoraciones rimbombantes. El catálogo de dulces parece llevar 20 años parado. Es un lugar para 'adorar' a los clásicos. José está especialmente orgulloso de su tarta de San Marcos, que introdujo en Puerto Real en el último cuarto del siglo XX. Las venden enteras o por porciones y Estefanía y Nieves mantienen a rajatabla la fórmula familiar: Un bizcocho que realizan ellos mismos como base, una buena cobertura de nata, que ellas mismas se encargan de montar y para coronar, una crema de yema que se quema para darle un toque crujiente. «Los clientes nos las demandan incluso para las bodas porque están acostumbrados a comerlas y la quieren también para ese día tan especial». En un fin de semana han llegado a hacer entre 30 y 40 kilos de esta tarta.

Pero no es el único legado que deja José. Se ha formado a sí mismo y la misma escuela es la que ha seguido para sus hijas a las que ha ido transmitiendo el amor por la profesión y las técnicas para realizar los dulces. Por el negocio familiar han pasado sus seis hijos porque lo han visto desde pequeños. Estefanía tiene 30 años y Nieves 26. A pesar de la crisis, consideran que el negocio es viable porque la artesanía es algo que se valora cada día más.

«Hay gente que viene desde Sevilla para probar las bizcotelas». Las hacen con merengue. Para garantizar la frescura de lo que venden sólo abren los fines de semana. Ahora, en verano, abren de jueves a domingos.