hoja roja

Será el calor

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Puede que la culpa sea del calor, de esta ola de calor que derrite glaciares y voluntades, de este calor insoportable que nos puede hacer comprender de golpe y porrazo toda la filosofía de Albert Camus. Puede que sea el calor, hay que tenerlo en cuenta, de la misma manera que se tenía en cuenta el viento –los aires difíciles que nos circundan– como atenuante en aquellos juicios de crímenes terroríficos que cada verano escribían un capítulo de la España negra, a la que le ardían los montes. El calor. Puede que la culpa sea del calor, de este calor insoportable que confunde el día con la noche, el mar con la arena, el aire con el asfalto, que quema, que aturde, que agota, que atonta y que enerva.

Nunca llegué a entender la filosofía existencialista, ni siquiera cuando todo el existencialismo del mundo se reducía a unos pocos folios y a un examen. Pero sigue habiendo algo en aquel personaje de ‘El Extranjero’ que me resulta tremendamente actual, familiar, real... Meursault –el tipo que tenía tanto calor– representa la profunda apatía que puede llegar a tener el ser humano por todo aquello que le rodea, el destino, la amistad, la justicia, la religión, la política. Hombres angustiados por una sociedad angustiada. Hasta que llegó el calor y con él la rebeldía. «¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice no», dice Camus.

Serán el calor, el existencialismo, la angustia o el hartazgo, pero esta semana han sido bastantes los gaditanos rebeldes que han dicho «NO», y que han conseguido con su negativa ser el punto de apoyo sobre el que se puede mover el mundo. Ya lo saben. Esta noche el Club Caleta celebrará la XXVIII edición del Entierro de la Caballa, una fiesta de difícil catalogación con la que se da fin al verano gaditano. Muchos años paseando la caballa por las calles de la Viña, le han otorgado el calificativo de «tradicional» que tanto nos gusta por aquí y congrega –cada año más– a incondicionales del «de cai, picha» en torno a un tablao.

La fiesta –como todas, para que engañarnos– está patrocinada por el Ayuntamiento, tan patrocinada que hace un par de años –esa memoria, que siempre vuelve– a punto estuvo de no celebrarse porque el Consistorio no ingresaba el dinero de la subvención, algo que denunciaba el tesorero del club en la prensa y que tendría como consecuencia el pago inmediato de la subvención. Tal vez por eso, este año la dirección del Club había pensado rendir homenaje –cada uno rinde homenaje a quien quiere– a un conocido político local «por su relación y asesoramiento». Hasta ahí, todo parecía normal. Pero llegó el calor. Y el calor lo mismo que atonta, enerva. Y enervados, expresaron su negativa a participar en un acto «cada vez más politizado», varias agrupaciones y hasta la presentadora. Tan enervados que hasta anduvo circulando por ahí un cartel que incitaba al boicot –con faltas de ortografía, por cierto–. Y tan enervados, consiguieron que la directiva del Club Caleta retirara del cartel al homenajeado –sí, lo sé, resulta un poco bochornoso– en un comunicado con faltas de ortografía también.

Debe ser el calor, ya no me cabe duda. Pero cuando esta noche arda la caballa entre lamentos –lo de las plañideras es asunto aparte–, tendré la seguridad de que entre nosotros hay mucho rebelde, muchos que ya están hartos de que la política avasalle a la sociedad, muchos que son capaces de separar las churras de las merinas y muchos que no tienen ningún problema en señalar que es el emperador el que va desnudo.