La mezquita de Rabaa al-Adawiya está siendo reparada. :: M. AYESTARAN
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Rabaa al-Adawiya, la zona cero islamista

Cientos de operarios trabajan a destajo para recuperar el barrio, epicentro de las protestas de los seguidores de Mursi

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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El fuego ha borrado la sangre en la mezquita y el hospital de campaña de los Hermanos Musulmanes en Rabaa al-Adawiya. Cientos de operarios trabajan en estos dos edificios y en toda esta zona del barrio de Ciudad Naser que durante más de un mes fue el epicentro de la protesta de los seguidores de Mohamed Mursi. «Hay que limpiar y repararlo todo lo antes posible.

Si no tuviéramos toque de queda acabaríamos antes, pero en estas condiciones tardaremos al menos quince días en devolver al lugar su aspecto habitual», asegura un responsable municipal que prefiere no dar su nombre. El hombre invita a los periodistas extranjeros a pedir permiso a los militares antes de seguir trabajando en este lugar que es una especie de 'zona cero' de la guerra que protagonizan Ejército y Cofradía en Egipto.

Los accesos están abiertos, pero apenas hay tráfico y en algunas calles adyacentes las carreteras siguen cortadas por bloques de cemento. De los más de 600 muertos del miércoles pasado, la mayoría cayeron en este lugar durante el ataque de las fuerzas de seguridad que empezó a primera hora de la mañana y se alargó durante más de diez horas.

Miedo a hablar

«Quiero decir la verdad, no mentiras, por eso prefiero callarme», asegura el dueño de un supermercado situado en la calle Tayaran, la misma en la que las fuerzas de seguridad capturaron el martes a Mohamed Badie, Al-Morshed (guía) de los Hermanos Musulmanes, y donde hay una gasolinera incendiada. Los vecinos que apoyan a los islamistas prefieren callar por miedo, pero sus detractores hablan y felicitan a las fuerzas de seguridad «por limpiar este nido de terroristas, antes no se podía ni poner un pie aquí. Era una pesadilla y ahora ya hemos despertado», piensa Mohamed Amin.

La mayoría de los comercios siguen cerrados. Uno de los primeros en levantar la persiana fue Ahmed Abdulaziz en su lavandería. «Después de 48 días de sentada hemos tenido grandes pérdidas, pero poco a poco vuelven los vecinos y todo será normal», piensa Absulaziz. A pocos metros se encuentra la floristería Lotus donde Mohamed Ahmed, de 35 años, limpia el exterior de la tienda, «no fue una sorpresa que viniera a Rabaa al-Adawiya porque ya lo anunciaron en las redes sociales, pero no esperábamos que fuera a durar tanto. Ahora entre las tareas de limpieza y el toque de queda no tenemos clientes».

Los militares controlan la entrada a la mezquita donde hasta el miércoles se atrincheraban los líderes principales de la Hermandad. No se permite la entrada al templo, en cuyo minarete se ven impactos de bala, y tampoco al edificio contiguo que se convirtió en un improvisado hospital de campaña. Algunas fotos rotas de Mursi por el suelo y pintadas en las paredes que rezan «¡Mursi presidente!» son las únicas referencia a un pasado muy cercano marcado por la sangre.