Un cobijo de solidaridad
La componen diez miembros, cinco adultos en paro más otros tantos menores, y están a la espera de ser alojados en una vivienda social
EL PUERTO.Actualizado:La familia de Pepi González es una de las muchas que ponen rostros a la crisis. Porque, pese a que su marido resistió las embestidas, el pasado mes de septiembre acabó quedándose sin trabajo. Su último empleo fue de camarero, aunque tiene experiencia en sectores diferentes a la hostelería y está dispuesto a trabajar «de cualquier cosa». El día que tuvo que reclamar la demanda de desempleo llegó la debacle para su unidad familiar, ya que desde entonces resultó imposible afrontar los gastos de alquiler de la vivienda en la que residían, en El Puerto.
Tras solicitar ayuda al Ayuntamiento, desde Bienestar Social únicamente pudieron colaborar durante un tiempo limitado. «Me pagaban la mitad del alquiler, e íbamos tirando, pero me dijeron que se acabó el dinero», dice. La consecuencia fue que el matrimonio, sus tres hijas, uno de sus dos yernos y cuatro nietos dieron con sus huesos en la calle. Sí, son diez en casa.
En estos momentos, después de pedir auxilio a través de las redes sociales, esta familia vive -o malvive- de manera temporal en una pequeña casa de dos habitaciones cedida por un alma caritativa «en un campo abandonado». No han encontrado nada mejor. El techo que les cobija se encuentra «en la zona de La Jara, entre Chipiona y Sanlúcar».
El problema reside en que las condiciones de habitabilidad no son las idóneas para los menores. «Vivimos entre animales, escombros y basura, pues las parcelas de al lado parecen el estercolero de la zona, lo que hace que haya una plaga de ratas», afirma Pepi, quien reconoce «las muchas limitaciones» que tienen en un día a día «en el que lo estamos pasando muy mal».
Además, cabe destacar la circunstancia de que una de sus hijas, que cuenta con 16 años, tendrá que acudir a diario al instituto en El Puerto, «lugar donde hemos vivido siempre y está matriculada». La situación es menos deseable si cabe para su nieta de tres años. Y ni que decir tiene para el nieto de 18 meses, y las últimas en aumentar la familia, dos gemelas de dos meses, que también sufren, sin saberlo, las consecuencias de este exilio forzoso.
Recibe comida
Pero, pese a que todo parece habérsele vuelto en contra, Pepi no se resigna. Su lucha a través de internet le ha reportado una morada en la que poder dormir de manera provisional. Y ahora, además, ha encontrado el apoyo de la Coordinadora de Arrendatarios de Viviendas Municipales. Éste colectivo ha recolectado casi 200 kilos de alimentos en las últimas fechas.
Asimismo, la coordinadora ha hecho posible que el caso de Pepi llegue al concejal de Vivienda de El Puerto, Antonio Jesús Ruiz (PA). La semana pasada, el edil se comprometió «a buscarnos una vivienda en breve espacio de tiempo», afirma Pepi. Hay que recalcar que no se trata de un trato de favor, ya que Pepi González ocupa desde hace ya «algún tiempo el primer puesto» en el listado de demandantes de viviendas sociales que espera «una habitación de cuatro dormitorios». La falta de disponibilidad de este tipo de inmuebles en el parque público de viviendas ha hecho que la espera se haya retrasado durante «años».
El problema es que ahora esta familia no puede buscarse la vida en el mercado libre, como hasta hace unos meses. La situación requiere de una actuación urgente. En el Consistorio lo saben. Mientras llega la solución, Pepi y su familia seguirán viviendo de la caridad. Por fortuna para ellos la solidaridad aún existe.