Protestas. Seguidores de los Hermanos Musulmanes se enfrentan al Ejército. :: REUTERS
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Masacre en el asalto final a los islamistas

El desalojo forzoso de los campamentos levantados por los seguidores de Mursi deja cientos de muertos y heridos

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Egipto abandona el camino iniciado por la revolución que acabó con Hosni Mubarak y regresa a las tres décadas en Estado de Emergencia que estuvo en vigor en el país desde 1981 hasta 2011. Los militares entraron con toda la fuerza posible en las dos acampadas pacíficas que los partidarios de Mohamed Mursi mantenían en El Cairo como señal de protesta desde el 3 de julio. Tras más de diez horas de operación las autoridades declararon «limpias» las zonas de protesta de la Universidad de El Cairo, primero, y más tarde de Rabaa al-Adawiya, principal bastión de los detractores del golpe que derrocó a Mohamed Mursi, donde se produjeron duros enfrentamientos durante todo el día y donde se registró el mayor número de víctimas mortales y heridos. Al final del asalto un alto jefe de seguridad confirmó a la agencia AFP que las fuerzas del orden estaban dejando salir a todos aquellos que lo quisieran, pero un número indeterminado de irreductibles permanecía atrincherado en la mezquita.

El último balance oficial de fallecidos en todo el país ofrecido por el ministerio de Sanidad fue de 235 y de 2.000 heridos, una cifra que fue incrementándose con el paso de las horas en cada parte ofrecido por las autoridades interinas. Entre los muertos habría al menos 43 agentes del orden y dos periodistas que cubrían el desalojo de la acampada de Rabaa al-Adawiya, la reportera Habiba Ahmed Abd Elaziz, del grupo de Emiratos Árabes Gulf News, y el cámara de la cadena británica Sky News, Mick Deane. Ambos murieron a causa de disparos.

Los manifestantes llevaban días esperando el desalojo y este comenzó a las siete de la mañana, lo que provocó una batalla campal en la capital y una oleada de protestas en todo el país con duros choques que dejaron decenas de muertos en provincias del sur como Miniya o Fayum, o en Ismailia, al noreste. La inestabilidad en las calles y los ataques a edificios oficiales llevaron a las autoridades interinas a decretar el Estado de Emergencia durante un mes y declarar posteriormente un toque de queda por tiempo indefinido desde las siete de la tarde a seis de la mañana en casi la mitad de las provincias de Egipto, entre ellas El Cairo y Giza, según anunció a través de la televisión egipcia.

El Estado de Emergencia, que estuvo en vigor desde 1981 hasta mayo de 2012, cuando decidió no renovarlo la junta militar que gobernó el país de forma transitoria tras el derrocamiento de Hosni Mubarak, suspende un gran número de derechos personales y civiles y militariza la seguridad en las calles.

Dimisión de El-Baradei

La contundencia de las fuerzas de seguridad en el último mes ha dejado cientos de muertos entre los manifestantes que se oponen al golpe. Entre las autoridades interinas había voces que se oponían al uso de la fuerza para acabar con las protestas y apostaban por el diálogo como única solución para no enquistar la situación. Aunque finalmente las medidas de excepción contaron con la aprobación del Consejo de Ministros y el presidente Adli Mansour encargó a las fuerzas armadas y la Policía adoptar todas las «medidas necesarias», esta decisión no fue compartida por pesos pesados como el vicepresidente Mohamed El-Baradei, que a media tarde anunció que dejaba el cargo. «Presento mi dimisión del puesto de vicepresidente y pido a Dios el altísimo que preserve nuestro querido Egipto de todo lo malo y que cumpla las esperanzas y aspiraciones de pueblo», explicó El-Baradei en una carta dirigida a Mansour en la que expresó que «se me hace difícil seguir soportando la responsabilidad de decisiones que no comparto y cuyas consecuencias temo».

Con el adiós del premio Nobel de la Paz, galardón obtenido por su labor al frente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), el nuevo Gobierno pierde a su mejor tarjeta de presentación ante una comunidad internacional, que en las últimas semanas ha demostrado su falta de capacidad mediadora en el conflicto. Desde Turquía, el primer ministro Recep Tayyip Erdogan, aliado de Mursi, pidió al Consejo de Seguridad de la ONU y la Liga Árabe «actuar inmediatamente para detener la masacre».

A diferencia de la Unión Europea o Estados Unidos, Turquía llama «golpe de estado» desde el comienzo a lo ocurrido en Egipto. Desde Washington, donde defienden que lo vivido en el país árabe es una «restauración de la democracia por la vía militar», según el secretario de Estado John Kerry, el portavoz de la Presidencia, Josh Earnest, condenó el uso de la violencia empleada por las autoridades y lamentó la declaración del estado de emergencia.

«Conviene a todas las partes buscar una reconciliación, poner fin a la violencia, respetar los derechos humanos básicos, y poner en pie un gobierno que refleje la voluntad del pueblo», declaró Earnest en un tono similar al de la Unión Europea cuya jefa de la diplomacia, Catherine Ashton, pidió «la máxima moderación posible» y que los egipcios «eviten nuevas provocaciones».