Una trágica casualidad
La oleada de inmigrantes que se juegan la vida en el Estrecho coincide con tantos frentes abiertos en la zona que provoca inevitables asociaciones
Actualizado: GuardarEl origen y el final del caso vienen a ser el mismo: una tragedia personal del que se juega la vida por tal de salir de la miseria, por tratar de llegar a un falso paraíso dibujado por los que venden promesas con intereses. Esa es la única realidad que coincide en todos los casos, desde hace muchos años, en la que coinciden todos los afectados, pero una vez sentada esa base dramática, cambian los matices. Las mafias de traficantes de personas lanzan más o menos vidas al mar dependiendo de sus intereses y dificultades. Hasta algunos estados de los que participan en el periplo (desde el centro de África hasta Marruecos) manipulan a su capricho rutas, dificultades y omisiones para incrementar o frenar ese caudal de desesperación. Esta última sensación, que numerosos expertos manejan como sentencia desde el pasado siglo, se ha puesto de manifiesto con el pico de inmigración ilegal detectado en los últimos días. Desde el pasado viernes, hasta ayer, son más de 200 las personas interceptadas, entre ellas mujeres en avanzado estado de gestación, y casi todas haciendo la travesía en barcas hinchables de juguete.
Además de las cuestiones climatológicas (siempre hay un incremento en verano por más que medien temporales de Levante) e incluso culturales (acaba de terminar el periodo de Ramadán), esta oleada coincide con tantos frentes abiertos en Marruecos y, en general, el Norte de África que provoca inevitables asociaciones. Las intenciones que se esconden detrás de este oportuno y sorprendente incremento las tendrán que analizar los responsables de ambas orillas. No hay que perder de vista el origen y el final del caso: la tragedia personal de los que se juegan la vida.