la última

Favores cruzados

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Cuando se lo enseñaron al Emperador, éste quedó prendado. Imposible conseguir tantas posibilidades estratégicas con un tablero de sesenta y cuatro casillas y treinta y dos figuras de tan solo dos colores, blancas y negras. Llamó a su delfín y le dijo que le ofreciera a su inventor lo que quisiera. No hubo cosecha en todo el Imperio capaz de cumplir tal deseo. La anticipación al siguiente movimiento del adversario, y tener de antemano toda la partida en la cabeza son las claves del éxito en este deporte en el que no se suda por el esfuerzo físico.

Los grandes estrategas son feroces jugadores, los grandes estadistas lo bordan, la mayoría de las personas sólo sabemos mover las piezas sin táctica alguna predeterminada. Nuestros políticos pertenecen a la estirpe de aquellos a los que se les ve la intención nada más comenzar la partida. Van a lo que van. Sus intenciones son claras, sólo basta con mirar sus programas electorales para intuir, sin apenas equivocarnos, cuál será su grado de incumplimiento.

El bipartidismo impuesto por nuestro sistema electoral parece que toca a su fin, así lo auguran las encuestas. No se ha tenido que modificar la norma. Ha bastado con dejar que el hartazgo de la población dé sus frutos. El desengaño empieza a calar hondo. No podemos, ni debemos, resignar nuestro futuro a un ‘cara o cruz’. Esa bipolaridad impuesta nos ha llevado a que al partido gobernante la ciudadanía le haya tolerado cosas que no les hubiera permitido a los del color contrario. Sólo existen dos discursos, el del partido que gobierna y el del que se encuentra en la oposición. Las promesas caen en saco roto nada más conseguir el poder. Y si éste es con mayoría absoluta nos miraran por encima del hombro y con cierto desprecio.

El desmantelamiento de nuestro tejido industrial se inició en la época socialista. ¿Quién se acuerda del cierre de empresas del sector siderometalúrgico? Aún está latente en nuestra memoria la reconversión del sector naval. Todo bajo la consigna de que eran caros y poco productivos, que nos debíamos dedicar a otra cosa.

La pérdida de derechos y la extorsión resignada a la que nos está sometiendo la derecha de este país van a acabar con la idea quijotesca que tuvimos un día y por la que nos creímos un país de progreso. La alternancia política no va a suponer que recuperemos nada de lo perdido, si cabe sólo recobraremos algunos derechos testimoniales que afectan a minorías y que no supongan coste económico alguno. Nunca volveremos a estar como antes.

La alternancia nos deja sin recursos para desenmascararlos. ¡Hoy por ti, mañana por mí!