Algo más que playas bonitas

Cuando el calor aprieta y llega el verano, disfrutar del ocio se convierte en todo un arte. El descenso de la actividad contrasta con el aumento de las temperaturas. Todo se hace más pausado, nos volvemos más indolentes, la mente divaga y, quizás por aburrimiento quizás porque en todos nosotros habita un pequeño cotilla, el arte de la «escucha distraída» adquiere en vacaciones rasgos de oficio.

Lo malo de poner la oreja en conversación ajena es que la posibilidad de réplica se esfuma y una se queda rumiando las palabras en silencio. «En Cádiz, los días de levante, no hay nada que hacer». La cantinela se repite machaconamente y no es exclusiva de los turistas. Propios y ajenos se dedican a repetir esta idea que está adquiriendo peso de sentencia y esperemos que no sea de muerte porque Cádiz tiene buenas playas (sus cuatro banderas azules lo avalan), pero aquí hay mucho más que sol para turrarse vuelta y vuelta. Ya es hora de hacer el esfuerzo de descubrir la ciudad. Son muchos los emprendedores que están poniendo en marcha nuevas iniciativas más allá de las típicas visitas a la Catedral, el Oratorio San Felipe, el Museo y sus dos sarcófagos fenicios, La Caleta y la Torre Tavira. ¿Por qué no incluir una cata después ver como se elabora de forma artesanal la cerveza Maier? Otra opción es aprovechar para rememorar el auge del comercio y la pujanza económica de la burguesía gaditana con la excusa de visitar la exposición 'Ventana de Cádiz' que mañana se inaugura en la Casa Aramburu o realizar una ruta con actores, guía y comida fenicia incluida después de pasar por la Factoría de Salazones y la Casa del Obispo. Para terminar, podemos aventurarnos en el líquido elemento con un paseo en catamarán por la Bahía y disfrutar de un atardecer en barco frente a Santa Catalina. Es hora de reivindicar algo más que sol y playa para dar a conocer Cádiz como destino y no sólo como escala, porque lo que no se conoce, mal se puede vender.