Nuestros vecinos
Actualizado: GuardarSegún un informe de la ONU aún quedan 16 territorios en el mundo calificados como colonias; de ellos, 10 son británicos y uno se encuentra en territorio europeo: Gibraltar. Este año se cumplen 300 años de la firma del Tratado de Utrecht por el que se puso fin a la guerra de sucesión española y por el que cedimos el peñón a la corona británica. También se cumple el 300 aniversario de la fundación de San Roque por aquellos españoles que tuvieron que dejar sus casas y asentarse al otro lado de la nueva frontera, en un nuevo enclave cuyo Ayuntamiento sigue llamándose de «la Ciudad de Gibraltar en San Roque». Recientemente y para celebrar el aniversario, los llanitos han emitido una edición conmemorativa de sellos en la que, por si a alguien le quedaba alguna duda, se puede leer una frase del citado Tratado, «…for ever, without any exception or impediment whatsoever» o, lo que es lo mismo, «para siempre, sin excepción ni impedimento alguno». Obviamente, tal aseveración debe acompañarse de actuaciones que lo aseguren y, como los british son mucho de tradiciones y leyendas, lo primero es mantener bien lustrosos a los monos de Gibraltar, de cuya supervivencia depende que el Peñón siga siendo británico. Pero, para evitar sobresaltos e imponderables, las autoridades gibraltareñas han tomado, tradicionalmente, medidas complementarias.
Así, y al margen de lo establecido en Utrecht, decidieron ir avanzando, poquito a poquito, en la consolidación del territorio. Y si, inicialmente, lo cedido a la corona británica se limitaba a lo que entonces era la ciudad y castillo de Gibraltar, junto al puerto y a sus fortalezas, posteriormente la ocupación se extendió hasta ocupar el istmo en el que hoy día tienen ubicado el aeropuerto. Cierto que esta última ocupación fue pacífica. Al fin y al cabo lo único que hicieron fue transformar en permanentes los campamentos provisionales que España, por razones humanitarias, permitió instalar en la zona con motivo de las epidemias de fiebre amarilla y cólera que tuvieron lugar en el siglo XIX. Más recientemente, y al margen de los continuos rellenos ganando terreno al mar, lo que reclaman, esta vez con ahínco y haciendo mucho daño a los pescadores españoles, son las aguas territoriales. Desde hace tiempo los hostigamientos a los pesqueros españoles son continuos y lo último ha sido el lanzamiento de los bloques de hormigón al mar para impedir faenar. La excusa oficial ha sido la intención de crear un arrecife artificial para regenerar la pesca. Loable objetivo medioambiental si no fuera porque ese afán de preservar el medio marino no se acompaña con igual celo de medidas para impedir el trasvase ilegal de combustible en el Estrecho o los vertidos contaminantes de los buques.
Ese afán por extenderse, por tierra, mar y aire, debe sin duda deberse a que el Peñón se les ha quedado pequeño. Quizás por eso no sorprende que sociedades constituidas en el Peñón sean las titulares de miles inmuebles a este lado de la verja. Como nos descuidemos lo próximo será reclamar el terreno, marítimo y terrestre, de La Línea por el que pasan los cables que graciosamente concedió España en el 2006 para triplicar las líneas telefónicas gibraltareñas, algo que, en su momento, fue muy festejado, especialmente por los casinos on-line británicos.