No me haces falta
Actualizado:L a brecha innegable que abre el abismo, cada vez más grande, el cual separa a la clase dirigente de los que sólo opinan oficialmente cada cuatro años no tiene pinta de estrecharse sino todo lo contrario. Un síntoma más sólo hay que buscarlo en la cara de desprecio que muestran aquellos que mandan sobre los que protestan; aquellos que apelan a la (su) libertad de expresión, a la voluntad del pueblo (siempre que el resultado de las urnas le es favorable) y a la defensa de las diferencias ideológicas desde la atalaya de quien manda y decide.
Los gobiernos y/o los partidos, lo cual viene a ser lo mismo, se rodearon antaño de comunicadores para aprender a mostrar la mejor cara ante el público, convencer al elector que su sonrisa es la más sincera y sus palabras las que guardan los objetivos reales y alcanzables. Estaba prohibido hacer feos al respetable; por aquello de no perder las formas, dar carnaza a la oposición o razones a los votantes para que dejaran de confiar. Otra cosa distinta es que en la intimidad, como aquel que decía hablar en catalán, la máscara se relajara hasta el punto de enseñar la oquedad sin ideas ni compromiso común al mismo tiempo que los cinturones se desabrochaban y las blusas se abrían en signo de relajo.
Sin embargo ya no hace falta recurrir a falsas muecas ni a la propaganda, la partida está ganada desde antes que se lancen los dados. Sin miedo a perder, a ser relegados, a no poder mandar, repartir ni tener la ventaja, no hace falta esconderse tras la apariencia del político afable, dialogante, siempre dispuesto para su pueblo. Porque de eso se trataba, o al menos de eso nos trataron de convencer. Nos decían que siempre trabajarían por y para ti, sin descanso, por el bien común y que su puerta siempre estaría abierta a tus problemas. Pero ya no les hace falta ni tú; así que para qué esforzarse en aprender y poner en práctica la letanía del buen candidato.
Si al menos esto sirve para que cada cuatro años nos ahorremos el bombardeo de mensajes que unos lanzan sin convicción alguna y otros esquivan desde la incredulidad más absoluta, algo bueno sacaríamos. Por salud mental, por que no nos revienten el buzón de correo con propaganda, por no escuchar más mentiras.