opinión

La banda de mi barrio

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Si el despertador no suena, no te preocupes. Puntual, excepto los domingo, la frenada del número 2, en el semáforo de la esquina, te saca de los brazos de Morfeo. En breve todo volverá a ser brillante rutina. A los pocos minutos, la primera baraja que se abre te confirma que no debes hacerte el remolón entre las sábanas. Se ha dado la salida para que tu Barrio vuelva a la vida.

El primer café de la mañana te lo ofrece, con una dulce sonrisa, alguien que sabe de tu vida, que conoce tus entresijos. En el kiosko te ponen al día de la dura actualidad con comentarios acertados sobre «la cosa», la innombrable miseria que nos da latigazos cada día. La sonriente frutera se encarga de que cumplas a rajatabla con la encomienda de cinco piezas de fruta y verduras al día. Mejor los nísperos que están la mar de dulces. El charcutero te ofrece los más sabrosos productos de generación porcina de dehesa jabugiana, a la par que te sonsaca con los colores de tu equipo y reivindica su blancura militante más allá del portugués denostado. La pescadera te dice lo que hay más fresco y comparte, con la selecta y fiel clientela, recetas culinarias, sencillas y sabrosas, elaboradas con pescados de poco porte –Raya en amarillo, boquerones a la cazuela y las sabrosas albóndigas de cachuchos. El carnicero te aconseja el pollo de campo. El verde que te quiero verde lo aporta la gran variedad de aceitunas, alcaparrones, pepinillos y otros encurtidos mezclados con arenques, sardinas en salazón y mojama de atún. La zapatería luce fielmente sus calzados de temporada ofertando rebajas tentadoras. El toque cosmopolita lo pone en mi barrio un restaurante chino y un establecimiento de «todo a un euro» regentado por un gadita recalcitrante que casualmente nació en Marruecos y que con su sonrisa encandila al vecindario. El colorido lo dan las plantas de la floristería, gerberas, claveles, rosas, nardos, meneíto y «siempre vivas». La panadera, desde su rincón, vigila nuestras preferencias paneras–artesanos, chapatas, baguetes, pulguitas, empanadas, picos de todo tipo y consistencias.

En mi barrio hay una banda de superhéroes. Algunos regatean su suerte y la de los suyos como si les fuera la vida en ello. Mientras, sus heroínas consortes hacen juegos de prestidigitación para hacer que las cuentas cuadren después del día veinte de cada mes.

El barrio es la primera comunidad después de la familia. Al igual que ella, no tiene intereses económicos y puede ser la solución a muchos de nuestros problemas. Como primer eslabón de la participación ciudadana, el barrio debe asumir la responsabilidad de proponer soluciones y de exigir a las autoridades que se mejoren sus condiciones de vida.

Decía Bioy Casares en su libro El sueño de los Héroes «Los barrios son como una casa grande en la que hay de todo. En una esquina está la farmacia, en la otra la tienda, donde uno compra el calzado y los cigarrillos, y las muchachas compran géneros, aros y peines; el almacén está enfrente».

Yo soy cómplice de la maravillosa Banda de mi Barrio.