El Papa y los chocos
Actualizado:Tengo un amigo que insiste en que mucho está durando este Papa incómodo, al que para colmo de males, se le entiende cuando habla, y que habla mucho. Un Papa que se ha atrevido a salir de los límites de su estrecho estado para decirle al ancho mundo que no somos más mamarrachos porque no podemos, un Papa que denuncia la falta de responsabilidad de los políticos, que habla de la corrupción, de la ausencia de principios sociales, de la justicia, de la dignidad, y que hasta se atreve a defender la laicidad de los estados, algo que en nuestro país siempre se ha abordado de forma muy tibia, coqueteando con la ambigüedad de un término que siempre acaba confundido con el de aconfesional.
Lo más curioso es que Francisco, el Papa que habla argentino, lleva razón, porque los estados deben ser laicos, pero laicos del todo. Nada de medias tintas para firmar concordatos y acuerdos que benefician más a una parte que a otra -y no siempre es a la que usted está pensando- , nada de símbolos públicos que desequilibren la balanza de la igualdad en escuelas, hospitales y centros oficiales. Nada de funerales de Estado, ni de bodas católicas de Estado, ni de mezclar el atún con el betún.
Porque sólo en un estado laico se respetaría verdaderamente la libertad religiosa y se garantizaría la práctica pública de cualquier confesión, de cualquiera. No hay más. Al césar lo del césar y esas cosas. Así no andaríamos escandalizándonos a cada momento, ni entraríamos en valoraciones peligrosas. Así no habría obispos diciendo tonterías, ni ateos -o agnósticos- moralmente agredidos.
Los estados deben ser laicos. Lo paradójico es que al final, ha sido el Papa el que lo ha dicho. Lo triste es que mientras, los chocos, los que más se atragantan, los de siempre, de un lado y de otro, siguen igual de pesados.