![](/cadiz/prensa/noticias/201307/30/fotos/7027804.jpg)
«Si una persona es gay y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo?»
Francisco rompe el tabú de las ruedas de prensa y responde a todo tipo de preguntas sobre el IOR, la Curia o sus sentimientos personales
RÍO DE JANEIRO. Actualizado: GuardarEn los cónclaves suele haber periodistas anglosajones preguntando con candidez cuándo será la rueda de prensa del Papa y todo el mundo se muere de risa. El Pontífice no se expone a las preguntas, no sea que le pillen, que meta la pata, que se desmorone su imagen de infalibilidad, el aura de misterio o que transmita la idea de que es accesible. En el vuelo de regreso a Roma desde Río, Francisco destrozó ayer también ese tabú, otra barrera para poner distancia a la normalidad, igual que ha rechazado el papamóvil blindado porque no tiene miedo. Salió a hablar con los periodistas y durante una hora y veinte minutos toreó con naturalidad, desparpajo y mucho humor todo tipo de asuntos, desde los más incómodos -Vatileaks, lobby gay, IOR- a los sentimientos personales. Fue una conquista más en su revolución, la caída del secretismo de corte, y dio una veintena de titulares. Uno de los más sorprendentes fue su comprensión explícita de la homosexualidad, al hablar del 'lobby gay' en el Vaticano: «Se escribe mucho de lobby gay, todavía no me he encontrado ninguno que me dé el carné de identidad en el Vaticano donde lo diga. Dicen que los hay. Debemos distinguir el hecho de ser gay del hecho de hacer lobby. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo dice que no se debe marginar a estas personas por eso. Hay que integrarles en la sociedad. El problema no es tener esa tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby».
Es una reflexión que hace cualquier cristiano de la calle, pero en realidad ha sido la primera vez que un Papa pronuncia la palabra 'gay'. La revolución de Francisco es la normalidad. Lo dijo al hablar del maletín con el que fue fotografiado al subir al avión al inicio del viaje: «No había dentro la llave de la bomba atómica. Cuando viajo lo llevo, con la cuchilla de afeitar, el breviario, la agenda, un libro para leer. Siempre llevo el maletín cuando viajo, es normal. Debemos ser normales, habituarnos a ser normales. La normalidad de la vida». Bergoglio viene de abajo, de las parroquias, y tiene un concepto de ser Papa absolutamente moderno. A sus 76 años exhibe una frescura de ideas, lenguaje y actitudes que es un vendaval para la Iglesia.
Un vuelo agitado
Son una bomba tanto muchas de las cosas que dijo como la forma en que las dijo, la rueda de prensa en sí, el estilo directo. Ya ocurrió en los primeros tiempos de Juan Pablo II, precisamente en los vuelos papales, pero se fue perdiendo la costumbre con el deterioro de su salud. Benedicto XVI empezó a responder en los viajes a tres preguntas preparadas y seleccionadas, y también ofrecía allí los momentos más interesantes de su mandato porque era la única ocasión en que improvisaba. Sin embargo, por eso mismo a menudo creó sonadas polémicas, como al expresar su opinión sobre los preservativos en África, y al final las preguntas se restringieron. Sus ideas chocaban con la realidad, pero las de Francisco sintonizan con ella, además de que se le dan bien los periodistas y la escena mediática, mientras que Ratzinger lo sufría.
Uno de los momentos decisivos de ayer fue cuando a Bergoglio le preguntaron a bocajarro por qué no ha hablado a los jóvenes en Río del aborto y el matrimonio homosexual: «La Iglesia ya se ha expresado perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre ello, como tampoco sobre la estafa, la mentira u otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos». Y le plantearon directamente:
- ¿Pero cuál es su postura en esos temas?
- La de la Iglesia, yo soy un hijo de la Iglesia.
Francisco piensa lo mismo que Ratzinger, pero no hace una guerra de ello y pasa a otra cosa. Su prioridad es el encuentro y el contacto. No reñir, sino abrazar. Se ve bien en el asunto de la seguridad en Río: «No ha habido ni un incidente. Con menos seguridad he podido ir con la gente, abrazarlos, sin coches blindados. La seguridad de fiarse de un pueblo. Siempre hay el peligro de que haya un loco que haga algo, pero también está el Señor. Hacer un espacio blindado entre el obispo y el pueblo es una locura».
También explicó con naturalidad otra cuestión candente, el papel de las mujeres en la Iglesia. Dijo claramente que «la puerta está cerrada» al sacerdocio femenino, pero que «hay que pensar en la perspectiva de elecciones arriesgadas»: «No nos podemos limitar a que sean monaguillo, catequista, presidenta de Cáritas, tiene que haber algo más, hay que hacer una profunda teología de la mujer». Del mismo modo admitió que se debe estudiar el problema de los divorciados que se han vuelto a casar, a quienes se niega la comunión.
Los periodistas sacaron enseguida los asuntos delicados. ¿El banco vaticano? «No sé cómo terminará el IOR. Algunos dicen que es mejor que sea un banco, otro que es mejor que sea un fondo de ayuda, o que hay que cerrarlo. No sé decirle cómo terminará esta historia. Debemos encontrar lo mejor, pero sus características deben ser transparencia y honestidad». ¿El nuevo prelado del IOR, Battista Ricca, acusado de escándalos homosexuales en el pasado? «He hecho lo que el derecho canónico manda, una investigación. Y no hemos encontrado nada de lo que se ha publicado. ¿Y el otro prelado, Nunzio Scarano, detenido por blanqueo de dinero? «No ha ido a la cárcel porque se pareciera precisamente a la beata Imelda... No era un santo. Son escándalos y hacen daño. Hay santos en la Curia, aunque también hay alguno que no es tan santo».