Horror a 190 kilómetros por hora
El descarrilamiento del tren Alvia a las puertas de Santiago deja al menos 80 muertos y 35 heridos en estado crítico
Actualizado:El más triste Día de Galicia. Una festividad del apóstol sin nada que celebrar. Al menos 80 víctimas mortales por las que llorar, entre ellas un bebé de dos años, y 130 heridos. El descarrilamiento del tren Alvia, ocurrido en la noche del miércoles, a escasos cuatro kilómetros del casco urbano de Santiago, no tiene precedentes.
Es el primero de la alta velocidad española y el siniestro ferroviario más grave registrado en España en 70 años. El último parte es demoledor: 94 personas permanecen aún hospitalizadas y 35 están en estado crítico, cuatro de ellas menores de edad. Las razones del siniestro están aún por determinar. Las conversaciones grabadas en la 'caja negra' del tren, en posesión del juzgado número 3 de Santiago, revelan, según La Voz de Galicia, que el Alvia entró en la curva de A Grandeira a 190 kilómetros por hora, cuando la velocidad permitida está limitada a 80.
El propio maquinista, Javier Garzón Amo, lo admitía inmediatamente después del accidente. Pero lo que se desconoce es el motivo por el que no redujo el ritmo al que circulaba en el tramo inmediatamente anterior. De momento, el juez ha pedido a la Policía Judicial que tome declaración como imputado al conductor, que sufrió heridas leves y permanece custodiado en el hospital por agentes del Cuerpo Nacional de Policía. Fuentes del tribunal aclaran que, por el momento, no se le atribuye un delito concreto. Queda mucho por esclarecer. Los técnicos aseguran que de haber contado la vía con el sistema de frenado automático ERTMS la catástrofe se habría evitado porque el convoy jamás habría alcanzado una velocidad superior a 100 kilómetros por hora.
El calibre de la tragedia, en todo caso, aún puede ir a más. El consejero de Presidencia de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda, admitió sobre las cinco de la tarde de ayer que no podía descartar la aparición de más víctimas. El levantamiento del último de los cadáveres localizado en el lugar del accidente, en el barrio de Angrois, se produjo a mediodía, pero aún quedaba por revisar parte de uno de los vagones accidentados y reducido a un amasijo de hierros. La incertidumbre se sumó así a la desesperación de muchas familias que esperaron durante horas en el edificio de Cersia.
Las autoridades no querían errores que añadieran drama al drama. Esa fue la explicación del delegado del Gobierno, Samuel Juárez. Desde el primer momento se decidió que no se daría información hasta que se tuviera totalmente identificados a los heridos y estos estuvieran conscientes, una tarea que se dio por concluida hacia las 11:30 horas. En el caso de los fallecidos -solo siete murieron en el hospital y el resto fueron recuperados de las vías-Juárez prometió un «cuidado escrupuloso» y pidió comprensión por la tardanza. La brutalidad del impacto hizo que algunos cuerpos quedaran mutilados o desfigurados, lo que dificultó la tarea de los 50 miembros de la Policía Científica que se trasladaron la misma noche del miércoles desde Madrid a Santiago.
Diez equipos forenses trabajaron todo el día a gran velocidad, a un ritmo de ocho o nueve cuerpos examinados por hora, para identificar -bien por huella dactilar, placas dentales o pruebas de ADN- a los fallecidos. El objetivo inicial era poder conocer los nombres de la inmensa mayoría de ellos antes de las diez de la noche, pero finalmente se descartó esa idea.
Pueblo solidario
La cara amable de una jornada negra estuvo en la solidaridad. Los vecinos de Androis se lanzaron a las vías para ayudar a los equipos de rescate con mantas de sus propias casas y botellas de agua. La respuesta al llamamiento de los hospitales, que necesitaban sangre de forma urgente, fue tan masiva que el Centro de Transfusión de Galicia acabó saturado.
Ochocientas unidades de sangre se recogieron en una sola noche. Médicos, enfermeros y personal sanitario en paro o de vacaciones se personaron en los centros sanitarios para ofrecer sus servicios. Los bomberos olvidaron su huelga para entregarse en cuerpo y alma al excarcelamiento de víctimas atrapada en los vagones accidentados.
El multiusos Fontes do Sar, un complejo deportivo acondicionado con cámaras frigoríficas, sirvió de improvisado tanatorio y epicentro del dolor que sacude a la capital gallega. Un gabinete de apoyo psicológico se ocupó durante todo el día de prestar apoyo a las familias de las víctimas y un equipo jurídico trabajaba a destajo para agilizar los trámites que les permitieran recuperar los cadáveres de sus seres queridos y poder darles sepultura.
La Xunta de Galicia decretó siete días de luto oficial. En el resto de España serán tres. Lo anunció el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que como los Reyes y el líder de la oposición, se trasladó ayer a Santiago de Composterla para acompañar a las víctimas en su sufrimiento. «Es -dijo apelando a su condición de santiagués- el día del Apóstol más triste de mi vida».
El mazazo era visible en su rostro, pero más aún en el del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, que compareció a primera hora de la mañana de ayer, después de haber reunido de urgencia a su consejo de gobierno y tras pasar toda la noche en vela. Emocionado, por momentos incluso al borde del llanto, Núñez Feijóo se mostró consternado. «Hoy, Día de Galicia, todo el pueblo lloramos la tragedia que estamos viviendo, lloramos a las víctimas y lloramos al desasosiego de las familias», aseguró.