Electrocutados
Actualizado:La reforma eléctrica ha terminado por electrocutarnos a todos. Todos electrocutados y todos muertos en un mismo acto, el problema se ha acabado. Lo decía el ministro de Economía de Japón cuando manifestó que el problema relacionado con el coste sanitario y de pensiones en su país consistía en que había mucha gente mayor demandantes de ‘ambos servicios’ y que esa situación de sobre población mayor desequilibraban las finanzas públicas. En España somos muchos consumiendo energía, por cierto muy cara si la comparamos con el resto de Europa. Era necesaria la reforma eléctrica. Pero la premisa de partida exigía un acuerdo entre Hacienda e Industria, ya que los 26.000 millones del llamado ‘déficit tarifario’ están ahí y lógicamente hay que darle una solución. Este déficit se materializa en la diferencia entre el coste de producir la electricidad y los ingresos que las eléctricas obtiene por su consumo. El problema es harto complejo, amén de suma importancia para las empresas, los consumidores y el propio Estado.
Aznar acrecentó el problema del déficit, intentando abaratar los costes energéticos para las empresa y hacerlas más competitivas. Y la puntilla, o mejor el rejón de muerte, lo puso ZP con las renovables y su concepción de un ‘país en verde’. A fecha de hoy un megavatio eólico cuesta aproximadamente 90 euros y un solar se sitúa en una banda que va desde los 220 a los 450 euros. La solución del recorte de tarifa pasaría por subir la factura de la luz en un 20%. Ahora bien, soportar la cuota parte de la subida tarifaria por la industria o por algún sector industrial, puede ser absolutamente contraproducente para la competitividad de la misma, lo que redundaría en la eficacia y eficiencia de los mismos y ello inexorablemente en la creación de empleo. Está claro que sólo la reactivación de la industria puede mejorar la economía, lo que pasa por una política energética equiparable al resto de Europa, «con costes predecibles y competitivos». El coste de la energía es un factor de competitividad. La legislación energética española impide aprovechar la aplicación de auténticas ventajas competitivas, que permitan a la industria competir en igualdad de condiciones con otros países, lo que lastra el desarrollo integral de nuestro sector industrial y maximizar más si cabe nuestro sector exportador.
Sin duda la decisión de resolver el problema del déficit hay que valorarlo positivamente. El cambio a un modelo retributivo basado en el principio de rentabilidad razonable y el mecanismo de ajuste automático son las premisas de partida del nuevo modelo que ahora se instaura. No menos importante debiera ser el proporcionar estabilidad regulatoria a largo plazo, ya que sin ella el valor de las empresas eléctricas seguirán cayendo y las decisiones de inversión seguirán retrasándose, lo que incide negativamente en la economía del país.
La cuestión energética es sumamente importante y la demagogia en relación con su producción está a la orden del día. Aquí no queremos nucleares, no queremos térmicas, solo molinos de vientos y paneles solares. Pero eso sí, queremos la energía barata como si cayese del cielo. Precisamente la que de allí cae es la más cara. Así son las cosas.