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Sociedad

La obsesión de Picasso

El genio malagueño muestra en los grabados sus diferentes estados de ánimo a través de este personaje mitológico que le acompañó toda su vida La Fundación March recupera la obra gráfica del pintor en torno al minotauro

DANIEL ROLDÁN
MADRID.Actualizado:

Pablo Picasso siempre sintió predilección por ese mestizo nacido de la mitología griega, ese ser nacido de la venganza de Poseidón, al que Minos, su sobrino, le engañó. En vez de sacrificar un toro blanco para el dios de los mares, le dio gato por liebre y eligió otro más normalito. Poseidón se vengó introduciendo en la mente de Pasífae, la mujer de Minos, la necesidad de yacer con el toro. Así, y con la ayuda de Dédalo, construyó una vaca, se introdujo dentro y pudo engañar al toro. De esta peculiar relación nació Asterión, el minotauro del laberinto de Creta, mitad hombre y mitad toro.

Esta leyenda, incluidos sus matices femeninos -hay que recordar que el artista malagueño fue un auténtico conquistador-, siempre le llamó la atención al genio andaluz. Los dibujó, los ideó y los llegó a plasmar en su obra cumbre, el 'Guernica' (1937). Pero antes, Picasso desarrolló su trabajo en estampas y grabados. Como 'La Minotauromachie', creada el 23 de febrero de 1935 en el taller parisino de Roger Lacourière. Está considerada por muchos expertos como una de las obras cumbres de esta técnica, gracias a la representación de acciones simultáneas en un mismo espacio, como una niña que porta una vela encendida y un ramo de flores que es el contrapunto a la enorme figura del toro. Junto a ellos una mujer vestida de torero, un hombre que huye y dos curiosas que observan todo desde una ventana donde se han posado dos palomas. Un conjunto que es el eje central de la exposición 'Picasso en su laberinto', que la Fundación Juan March acoge en su sala madrileña hasta el 31 de agosto.

'La Minotauromachie' es un aguafuerte de grandes dimensiones, de hermético significado y del que se realizó una tirada pequeña, apenas un centenar de ejemplares. Es un compendio de que dos años más tarde, Picasso realizara en su obra maestra. En este grabado consigue captar la angustia existencial del ser humano partiendo de situaciones vividas y realidades sentidas. «Es un grabado que condensa todo el universo que Picasso ha desarrollado hasta entonces, complicando el significado de cada elemento hasta crear una composición casi críptica, que desafía todos los análisis iconógraficos», asevera el historiador Juan Carrete en un ensayo sobre el artista andaluz, quien pintó su primer minotauro en 1928. Una figura que le gustaba «por su lado humano, demasiado humano», como decía el fotógrafo Brassaï.

Estampas

'La Minotauromachie' está acompañada en esta exposición de verano por quince estampas de la Suite Vollard dedicadas al minotauro. En estas obras, el pintor andaluz reinterpreta el mito, alejándose de la representación clásica y acercándolo a su biografía personal. Picasso se identifica con él. Tal es la influencia del minotauro que un octogenario Picasso llegó a reconocer que «si se marcaran todos los itinerarios que he recorrido y se unieran con una línea, aparecía quizá el minotauro».

Incluso participó en 'Minotaure', una revista que tan solo tuvo once números y cuya primera portada es cosecha del pintor español. Las tapas de los siguientes números fueron realizados por Man Ray, Dalí, Miró o Matisse. Este animal -u hombre- es representado por Picasso en las estampas de muy diferentes maneras. En un primer grupo, lo enseña al mundo disfrutando y bebiendo en el taller de un escultor junto al creador y a sus modelos. En otro bloque, se aprecia al personaje con su vena más animal, en unas escenas más violentas. En cambio, Picasso también enseña el lado débil del minotauro, tal vez queriendo decir que hasta los más fuertes sufren. Aparece derrotado y ciego; en otras, se muestra moribundo, desconcertado ante el mundo que le rodea. «Son retazos de su complicada biografía», apunta Manuel Fontán, director de exposiciones de la fundación.

Unas estampas que son una muestra de la pasión que Picasso sintió por el grabado, que practicó con casi todas las técnicas, desde el aguafuerte, la punta seca y el buril hasta la aguatinta al azúcar. Estas obras fueron adquiriendo cotas muy altas de expresividad y riqueza plástica que confirman a Picasso como un maestro de las técnicas calcográficas. Desde 1899 hasta 1972 trabajó ininterrumpidamente este género artístico, llegando a realizar alrededor de 2.200 grabados durante toda su vida. En ellos se pueden apreciar las preocupaciones y los temas de cada época, ya que el pintor se encargó de datarlos todos.