El gaditano que creyó en el nombre del pádel
Empezó con una tienda 'on line', un establecimiento en El Puerto... y ahora se ha convertido en el líder del sector, una persona clave en el World Padel Tour
Actualizado:Esta es la historia de un creyente que nunca perdió la fe. Que tras no encontrar el camino se labró su propio destino, predicando en el desierto, seco y yermo en su origen, antes de encontrar el maná. Cristóbal Bohórquez, gaditano (1977), es el fundador y actual propietario del imperio Padelmanía, el altar desde donde ejerce su hegemonía. Es el principal proveedor de los productos relacionados con este deporte, tienda oficial del World Padel Tour, con línea propia (la marca ‘Middle Moon’, la media luna) y que ahora se ha extendido con la adquisición de Mystica, una gama superior a la que pretende convertir en la número 1. En su equipo de jugadores patrocinados, auténticos fenómenos como su emblema el sevillano Paquito Navarro, el isleño Cepero, Lebrón o Perona. Son su imagen. Uno de los principales patrocinadores del WPT, es una voz autorizada en el circuito. Tranquilo, pausado, un tío normal, y de Cádiz. Es posible.
Bohórquez llegaba a este mundo guiado por la casualidad y también por el instinto. Después de una aventura fallida en el periodismo, su novia (ahora mujer) le regala una pala de pádel procedente de Brasil. Se interesa y viaja a Sao Paulo para conocer el proceso de fabricación, y decide montar una tienda ‘on-line’: enelnombredelpadel.com (luego la cambiaría por padelmanía). Se aplica el dicho de que todos los comienzos son difíciles, pero poco a poco empieza a crecer.
Inaugura su primera tienda, en El Puerto de Santa María. Luego aplica la fórmula en Sevilla... Y ‘voilá’, esta fiebre se extiende como un virus por todo el país, hasta convertirlo en líder. El pasado año vendieron más de 52.000 palas, con un volumen de facturación de 7 millones de euros (el 35% ‘online’) y 22 establecimientos repartidos por España.
«Es una mezcla de casualidad, trabajo, y de haber acertado en decisiones importantes. No hay ningún secreto», apunta Cristóbal. Resulta complejo manejarse en este mundo, en algunos aspectos superpoblado (100 marcas compitiendo en el mercado) y por otro falto de madurez, de adquirir un último grado de profesionalidad. «Los inicios fueron realmente duros. Teníamos que seleccionar las diez marcas más apropiadas. Y la tarta, aunque cada vez es más grande, se divide en demasiadas porciones».
El valor diferencial en sus tiendas son sus dos marcas: Middle Moon y Mystica. La primera con un diseño más moderno, más agresivo; la otra más clásica. «Dos públicos totalmente diferentes», de ahí que se haya lanzado en esa nueva aventura «porque es necesario para poder competir».
Adaptándose a los tiempos
Su empresa no ha parado de crecer en tiempos donde todo mengua, donde la crisis ha devorado miles de proyectos interesantes. «Yo también la noto. Para facturar lo mismo hay que vender muchísimo más porque el cliente compra a menos precio, en la rebaja, y te debes adaptar a ello».
Es una pieza clave en el circuito «pero no soy el que maneja el cotarro, sólo soy un conocido», clave en la organización, aunque huya de ese protagonismo. Si tener trabajo en esta época es ya de por sí un patrimonio, para él esto es un privilegio. «Sinceramente me gusta. Principalmente porque es deporte, con gente joven, competitiva, y con un negocio que de momento está siendo muy agradecido. Y luego porque tengo muchos amigos. A veces tendría que vestirme de traje y corbata y poner cara de sieso para que mi mujer pensara que esto es un trabajo, porque en realidad disfruto con ello». Máxime porque Padelmanía «es una familia, donde Paquito Navarro, por ejemplo, es mi amigo que mejor juega al pádel.
Alguien que se ha colocado en la élite de este mundo se marca pequeñas metas. «Mi objetivo es seguir abriendo tiendas en todas las provincias, y en aquellos sitios donde se ame el pádel. Y mi ilusión que estos jugadores con los que convivo alguna vez lleguen a ser los números uno». Sueña con extender el negocio fuera de las fronteras, y espera ese momento en que este negocio alcance la madurez.
Exhorta a sus paisanos a seguir adelante, a convertir en realidad sus sueños. «Muchos gaditanos van con el sambenito colgado, y en esta tierra hacen falta más emprendedoras porque capacidad hay. Yo llevo con orgullo la bandera de Cádiz. Y aunque vivo en Sevilla por motivos laborales obligué a mi mujer a venirse aquí un mes antes de parir porque quería que mi niño naciera gaditano».
Por eso esta prueba de WPT en El Puerto «es lo máximo. La provincia merece una prueba porque hay mucha afición. Y la prueba es que las instalaciones se han quedado cortas, cuando en otros sitios en las finales había gradas vacías. Esta ciudad en especial se lo merece».