«La otra vez me empujaron entre la Casa y fuera; ahora voy a mi ritmo»
El Rey dice haber aprendido que debe poner su salud por delante en el final de su primer viaje oficial tras la operación de hernia discal
RABAT.Actualizado:Camina aún apoyado en sus dos muletas y asegura que no piensa soltarlas hasta que no gane algo de «confianza». El Rey, que ayer concluyó en Rabat su primer viaje oficial desde que, en marzo, fue operado de una hernia discal que le ocasionaba fortísimos dolores, sostiene que esta vez no se va a dejar llevar por la presión que el año pasado cuando, con el 'caso Urdangarin' en su apogeo y los ciudadanos poco dispuestos a tolerar comportamientos poco empáticos, como la infausta cacería de elefantes en Botsuana, cargó su agenda hasta la extenuación. «Ahora solo miro por mi salud», dijo el pasado miércoles a los informadores que siguen sus pasos.
A diferencia de lo que ocurrió tras sus intervenciones en la cadera, el pasado año, don Juan Carlos ha tardado en esta ocasión cinco meses en subirse a un avión para recuperar la actividad que, probablemente, más se le reconoce en estos tiempos de crisis, la de embajador de las empresas y la cultura españolas allá donde su nombre abre puertas que al Gobierno por sí mismo le costaría vencer. Lo ha hecho sin estar bien del todo. Todavía se somete a sesiones de rehabilitación de cuatro horas diarias. Pero quiso dejar claro que si ha dado el salto es porque se ve capaz. «La otra vez me empujaron entre la Casa, dentro y fuera. Corrí y así me fue -dijo-; esta vez voy a ir a mi ritmo».
En el tiempo que ha estado de baja, o de baja parcial, el Príncipe de Asturias ha redoblado su presencia en actos institucionales, pero en la Zarzuela siempre han dejado claro que por la cabeza del Rey no pasaba la idea de imitar a la Reina Beatriz de Holanda o al Rey Alberto de Bélgica. Al menos no en el corto plazo. Cuando optó por pasar de nuevo «por el taller» para someterse a su octava intervención quirúrgica en apenas tres años, su imagen había comenzado a recuperarse. Pero la imputación de la infanta Cristina el pasado 3 abril, suspendida un mes después, volvió a pasarle factura, según las encuestas internas. Después vino la noticia de su cuenta en Suiza. Y, pese a su afirmación de que esta vez no se dejará influir, don Juan Carlos entiende que es obligación dar la vuelta a una situación que resta enteros a la Corona.
Despachos semanales
En la Casa del Rey aseguran también que, aunque sea de un modo discreto, en este tiempo ha mantenido sus reuniones semanales con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y otras, más espaciadas, con el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, para animarlos a «buscar concordancia de voluntades». Y en Marruecos, su agenda ha sido muy intensa.
Concluyó ayer con la entrega de las llaves de oro de Rabat, un reconocimiento que jamás se ha hecho a un extranjero, y con la visita al centro de inserción profesional de jóvenes de la Fundación Mohamed VI. El monarca aluí le fue a despedir luego al aeropuerto junto al primer ministro, Abdelilah Benkiran. En el palacio de la Zarzuela aseguran que todo ha ido tan bien que el islamista moderado afirmó que le dan ganas de llamar a don Juan Carlos «primo».
El viaje deja un convenio de colaboración entre las patronales española y marroquí, y una declaración de intenciones para la colaboración en el ámbito universitario y del aprendizaje del español. También una declaración, negociada por el ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, en la que ambos Gobiernos expresan su deseo de «concertación permanente en la escena internacional» y sobrevuelan el contencioso del Sáhara.
Todo en aras de preservar el buen momento que atraviesan las relaciones entre dos países vecinos y no siempre bien avenidos.