Un joven discute con un policía durante una protesta en Manhattan. :: MARIO TAMA/ AFP
MUNDO

Solo la esperanza contiene la ira en EE UU

Los líderes de derechos civiles presionan para que un tribunal federal revise la absolución del vigilante que mató de un disparo a un muchacho negro

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Barack Obama habló ayer de jóvenes motivados por el voluntariado, pero no mencionó a Trayvon Martin, que ya no podrá hacer nada porque el vigilante de barrio George Zimmerman lo mató de un disparó el año pasado. El mandatario evitó hablar personalmente del único adolescente que estos días está en la mente de todos porque, según su portavoz, «sería inapropiado» meterse en los asuntos del Departamento de Justicia. Porque aunque no lo mencione, la única oportunidad de que se le haga justicia está en las manos de su Gobierno. Y esa esperanza es la que contiene las virulentas pasiones que incendian las calles.

El sábado por la noche, furiosos manifestantes incendiaron las papeleras de Oakland (California) y rompieron escaparates. El domingo la Policía de Nueva York detuvo a una docena de ellos durante las protestas multirraciales de Times Square. Al atardecer, los que protestaban en Los Ángeles cortaron una autopista y a lo largo de la noche, la Policía de esa ciudad detuvo a ocho personas.

Una muerte «innecesaria»

Con todo, los líderes de derechos civiles piden mantener la presión de forma pacífica. El reverendo Al Sharpton, que tiene un popular programa de televisión, convocó ayer a sus seguidores a manifestarse el sábado a las afueras de los juzgados de cien ciudades. La apuesta es que sea en esos tribunales federales donde el Gobierno del primer presidente negro les traiga la justicia que les ha negado un jurado de Florida, compuesto exclusivamente de mujeres blancas, en un Estado con leyes muy flexibles sobre el derecho a portar armas y a usarlas en caso de amenaza.

En ese proceso se juzgaba por asesinato en segundo grado al vigilante jurado que alegó defensa propia. El Departamento de Justicia estudia acusarle de violar los derechos civiles de un joven negro al que Zimmerman consideró un malhechor solo por caminar con la capucha subida en una noche de lluvia. Martin llevaba en la mano una lata de té frío y un paquete de caramelos para el hijastro de su padre, al que estaba visitando en un barrio residencial de Florida. «Ciertamento esto es racial», sentenció ayer en su editorial The New York Times. Un factor que fue excluido del juicio, donde solo se determinaba si Zimmerman pudo temer por su vida más allá de toda duda razonable.

El vigilante había señalado al joven desde el principio como «alguien que no va a hacer nada bueno» y cuando la operadora de la Policía le pidió que dejara de seguir al chico y esperase en el coche la llegada de los agentes, exclamó con frustración: «Estos gamberros siempre se salen con la suya».

Las pruebas forenses demuestran que ambos se enzarzaron en una pelea, en la que Zimmerman perdía hasta que sacó la pistola, sin que nunca sufriera heridas graves. El vigilante jurado tiene un historial de denunciar a jóvenes negros en el que se basan los líderes de derechos civiles para pedir cargos federales. Nadie duda de que si Martin hubiera sido blanco no le habría seguido. El problema es que para acusarle de un crimen racial habría que demostrar que le mató por ser negro. Y el único testigo que puede refutar la teoría de que Trayvon le golpeaba la cabeza contra el asfalto con fuerza letal está en el cementerio.

El fiscal general Eric Holder aseguró ayer que comparte la preocupación por esta «trágica e innecesaria muerte» y prometió que actuará «de forma consistente con las pruebas y las leyes» para «aliviar tensiones en la comunidad». Sin embargo, se guardó de dar pistas sobre la dirección que pueden tomar las investigaciones. Algo que le será más difícil evitar en privado, cuando acuda mañana a la convención anual de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente de Color.