IGUALDAD DE OPORTUNIDADES
Actualizado: GuardarCuando un país, como el nuestro, se encuentra con una tasa de abandono escolar temprano que roza el 25% se enfrenta a un grave problema. Y no cabe mirar para otro lado ni escudarse en cualquier tipo de excusa, más o menos elaborada, para no afrontar uno de los mayores retos que tenemos por delante. En estos momentos, en los que tan duramente se está atacando la reforma del sistema educativo, es cuando hay que reflexionar sobre los informes y los indicadores ofrecidos por los expertos independientes internacionales. Unos informes que muestran que nuestro fracaso escolar está más de 12 puntos por encima de la media de la Unión Europea, que el 46% de la población adulta no ha sobrepasado el nivel de enseñanza obligatoria o que tenemos una de las tasas más bajas en enseñanza secundaria superior de todo el conjunto de la OCDE. Unos informes que destacan como grandes debilidades de nuestro sistema el escaso énfasis que se da al éxito académico o el menor porcentaje de alumnos que muestran interés por su propia formación. Estos, y otros datos, dan razones más que suficiente para abordar la reforma del sistema educativo de nuestro país. No se trata tan solo de una cuestión de competitividad, que también, si tenemos en cuenta, tal como señalan diversos estudios, que un incremento de 25 puntos más en PISA tendría un efecto positivo en el crecimiento a largo plazo como el de 3 veces el PIB español. Se trata, fundamentalmente, de una cuestión de igualdad de oportunidades. Porque un sistema educativo, como el actual, que se conforma con que exista un distanciamiento de hasta un curso y medio entre los alumnos de la misma edad según vivan en una comunidad autónoma o en otra, y precisamente la nuestra no es la que ocupa la posición de cabeza sino todo lo contrario, no es equitativo; un sistema que permite que cerca del 25% de sus jóvenes lo abandonen prematuramente es un sistema que atenta contra la equidad y la igualdad de oportunidades. Atenta, precisamente, contra las posibilidades de futuro de esos jóvenes que engrosan las cifras del abandono educativo temprano y que pertenecen, sobre todo, a las familias con mayores dificultades socioeconómicas. Y, sin embargo, existen sectores que defienden el mantenimiento de esta situación, sectores que todavía hablan de defender una supuesta calidad que, obviamente, brilla por su ausencia para un sector muy importante de la población. Sectores que, sin duda por tener una visión bastante economicista de la educación, achacan los males exclusivamente a los ajustes en inversión. Por supuesto que la inversión en educación es algo fundamental, pero los nefastos resultados no han venido con la crisis sino que los arrastramos desde hace años. Y prueba de ello, los resultados en las series históricas de, por ejemplo, lectura, matemáticas o ciencias. Mientras que, durante los últimos años, la inversión iba en aumento, los resultados académicos iban, en paralelo, decreciendo. Tenemos por delante el reto de dar la vuelta a todos esos indicadores y, sobre todo, la obligación de poner todo el empeño para que nadie, absolutamente nadie, quede excluido del sistema educativo. No podemos seguir permitiendo que se siga manteniendo la situación actual que, en definitiva, agrava la inequidad y la desigualdad en las oportunidades.