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El presidente egipcio interino, Adli Mansur (dcha.), reunido ayer con el nuevo primer ministro, Mohamed el-Baradei. :: REUTERS
MUNDO

La nueva alianza de poder coloca al Nobel de la Paz El-Baradei al frente del Gobierno

El representante de la oposición laica afronta los retos de la reconciliación y de sacar al país de la crisis social y económica

PAULA ROSAS
EL CAIRO.Actualizado:

La nueva transición egipcia avanza rápido y no sin polémica. El país tiene desde ayer nuevo primer ministro. Se trata del Nobel de la Paz Mohamed el-Baradei, la figura que ha liderado, más simbólicamente que en la práctica, a la oposición laica egipcia, y que representa para el sector islamista que sigue apoyando al ya expresidente Mohamed Mursi al Egipto plegado a los intereses extranjeros. El-Baradei se enfrenta ahora posiblemente al reto más difícil de la transición egipcia: lograr la reconciliación social y sacar al país de la crisis económica y política.

La noticia se empezaba a mascar en El Cairo al conocerse que el nuevo presidente había convocado a El- Baradei al palacio presidencial. Por la mañana, Adli Mansur había conducido una ronda de contactos con el propio Nobel de la Paz, con el islamista moderado Abdelmoneim Abul Futuh y con el secretario general del partido salafista Al-Nur, Galal Morra, además de con el ministro del Interior y el de Defensa, Abdel Fatah el-Sisi.

El-Baradei, que ha sido a lo largo de toda la transición el favorito de los liberales egipcios para dirigir el país, había aparecido sentado junto a El-Sisi el miércoles, cuando el jefe del Ejército anunció el fin -por la fuerza- del mandato de Mohamed Mursi. La imagen revelaba ya entonces que el político desempeñaría un papel importante en esta nueva etapa. «Estábamos entre la espada y la pared», dijo el jueves en una entrevista con la BBC. «Es una media dolorosa, nadie quería que esto ocurriera», reconoció, pero señaló que Mursi perdió su legitimidad al arrogarse poderes plenipotenciarios en noviembre, cuando «nos metimos en una pelea a puñetazos, no en un proceso democrático».

Su prestigio internacional y sus contactos -a diferencia del poco conocido Mansur- pueden ayudar a Egipto a conseguir el préstamo que negocia desde hace más de un año con el Fondo Monetario Internacional. Sin duda, servirá también para calmar los recelos de muchos gobiernos occidentales que han criticado la ruptura del proceso democrático por parte de los militares. Pero ayer, tras una noche de enfrentamientos civiles que dejaron al menos 36 muertos en todo el país, no parecía que su nombramiento fuera a solventar el más peligroso problema al que se enfrenta Egipto: la polarización social.

Los alrededores de la mezquita de Rabaa al-Adawiya, donde se concentran desde hace más de una semana los seguidores de Mursi, estallaron en indignación al conocerse la noticia. «No lo consiguió en las urnas y lo han tenido que colocar los militares», coreó la multitud enfurecida. Los Hermanos Musulmanes mostraron su oposición absoluta a la decisión de Mansur. «Rechazamos este golpe y todos sus resultados, incluido El-Baradei», dijo a Reuters un alto cargo de la Cofradía.

La elección del hasta ahora presidente y fundador del partido Al-Dustur (Constitución), del que dimitió ayer, tampoco ha contentado a los salafistas de Al-Nur, que habían apoyado el paso dado por los militares, y que representaban la cuota islamista en el nuevo panorama político. El grupo había criticado por la mañana la decisión de Mansur de disolver la Cámara alta del Parlamento, donde ellos tenían una importante representación. Al-Nur, que ya rumiaba la designación de El-Baradei, criticaba al Ejército por apoyar en un momento tan sensible, decían, una corriente ideológica, la laica, en detrimento de los islamistas.

«El partido no ha sido informado. Habíamos acordado que el nombramiento del primer ministro debía ser por acuerdo», dijo su portavoz, Tarek Hasan, a Efe. La propuesta que los salafistas habían hecho a Mansur pasaba por Kamal Ganzuri, que ya ocupó el cargo durante la etapa de gobierno de los militares, y el también ex primer ministro Abdelaziz Hegazi. Si, como consecuencia, Al-Nur decide retirar su apoyo a esta nueva transición impulsada por el golpe de los militares, Egipto puede caer aún más en la división entre islamistas y laicos que, alimentada en parte por el Gobierno de Mursi, ha inflamado el país en los últimos meses y que hoy sitúa a Egipto al borde del precipicio sectario.