
Los defensores de Tahrir
Grupos de voluntarios bloquean el paso de los islamistas a la emblemática plaza
EL CAIRO. Actualizado: GuardarA simple vista parece un ejército de desarrapados armados con palos y cuchillos, pero según su responsable se trata de un grupo llamado 'Los Soldados de la Revolución'. Sharif Seif, decorador de 50 años que se presenta como el jefe del aparato de seguridad en Tahrir, asegura tener «1.500 hombres» a sus órdenes, «todos voluntarios». El mando central dirigido por Seif se encuentra tras el escenario principal de esta emblemática plaza del centro de El Cairo, un lugar que «no podemos perder porque simboliza la legalidad, la voluntad del pueblo».
Seif recuerda como «muy lejanos» los días de febrero de 2011 en los que compartió lucha con los Hermanos Musulmanes, convertidos dos años después en su peor pesadilla, cuando fue herido por las mismas fuerzas de seguridad a las que ahora exalta con efusión. Cuesta hablar con este hombre de rostro moreno, pelo corto y con una visera negra bien calada, que no para de fumar cigarros Cleopatra y que tiene que desgañitarse para responder debido a los gritos del animador de turno que desde el escenario llama «terroristas y ladrones» a ritmo de rap a los miembros de la cofradía.
«No recuerdo la última vez que estuvieron aquí. El viernes por la noche intentaron acceder a la plaza y les plantamos cara, pero seguro que volverán, quien tiene Tahrir, tiene parte de la victoria», asegura Mohamed Ahmed, parado de 24 años con la cabeza vendada a causa de los perdigonazos recibidos en la defensa del puente 6 de Octubre sobre el Nilo por el que una marcha de la hermandad se aproximó a la plaza. Nadie se pone de acuerdo sobre el número de muertos que hubo en el ataque, las cifras van desde los tres hasta los cien de los más exagerados, algo habitual en un país en permanente estado de convulsión. Muestra dos casquillos de bala, acusa a los islamistas de portar «escopetas, subfusiles de asalto y pistolas» y agradece al Ejército un apoyo que les permitió hacer frente a los terroristas de las barbas».
Mohamed tiene un palo pesado de madera en la mano y, como el resto de sus compañeros, luce un chaleco amarillo fosforito raído y un casco de obra amarillo. Se encarga de la protección del acceso a Tahrir desde el lado del edificio rosáceo del Museo Nacional, un lugar que en otros tiempos por estas fechas estaba abarrotado de turistas, pero que hoy es testigo de la lucha urbana entre las dos caras irreconciliables del nuevo Egipto post Mubarak. Hoy volverán a estar frente a frente ya que tanto islamistas como liberales han convocado movilizaciones en contra y a favor del golpe de Estado a Mohamed Mursi.
Palos y barras de metal
En los controles de acceso el caos es total. Se paran los vehículos de forma aleatoria y se registra a los viandantes de forma superficial. Los que no tienen palos de madera, llevan barras de metal como Mohamed Ali, conductor de 50 años que al terminar su jornada de trabajo acude a la plaza. «Ejército y Policía no están con nosotros por amor a la revolución, sino por el odio profundo que sienten hacia la hermandad y porque en el fondo desean que vuelva al poder la gente del antiguo régimen», señala.
La retaguardia de estos 'Soldados de la Revolución' son las tiendas de campaña de color blanco situadas en la rotonda central de Tahrir y en uno de los laterales junto al enorme edificio de la municipalidad. Mohamed Zabadi, desempleado de 27 años, cuenta los minutos para la llegada de la noche porque «cuando cae el sol es cuando pasan todas las cosas en este país». Está sentado junto a un grupo de compañeros bajo una lona para protegerse del sol y comparten un mendrugo de pan seco. Junto a ellos uno de los innumerables puestos ambulantes de venta de té y bebidas que se han convertido en parte del mobiliario fijo de la plaza desde 2011.
El grupo habla de la necesidad de ilegalizar a la hermandad porque «con ellos la única manera posible de actuación es la fuerza, por las buenas pueden retomar el poder y nunca se les debe permitir volver a gobernar porque solo lo hacen para una parte de la sociedad», opina Mohamed antes de salir de nuevo hacia su puesto de guardia, en el acceso a la plaza desde la calle Talaat Harb. La lucha continúa.