Oikos
Actualizado: GuardarMe resulta especialmente atractivo el significado del vocablo griego ‘oikos’. De él nace el tan vigente concepto de ecología, al referirse a la casa colectiva, al espacio natural que nos cobija, pero también al concepto complementario de espacio apto para establecer vínculos afectivos y familiares. Pero dada la natural capacidad polisémica de la lengua griega como orfebre de la filosofía, el sentido de la gestión de ese espacio habitable exige aptitudes para inseminar huertos. Así emanan de ‘oikos’ todos aquellos gustos y disgustos propios de la familiaridad, de la proximidad y el roce, pero así también todas las esencias aromáticas propias del amor a los seres humanos y sus espacios existenciales benignos, los propios de los huertos, los regatos y emparrados umbríos. Pudiera decirse que a ‘oikos’ correspondería, por extrapolación, el concepto etológico de hábitat. Estamos hablando pues de espacios dramatúrgicos de realización esencial y existencial, de escenarios adecuados para expresar estados placenteros de concordia.
Mi amada Croacia acaba de ser admitida en la Unión Europea. Ninguno de mis amigos quieren ahora recordar aquellos días de abominable sufrimiento en los que trabajábamos, con casco y chalecos antibalas, menos mal que no muy metidos en la horrenda refriega. Tomislav Vodopiya, Miro Cucic, Rodovan Almic… no quieren que la historia les recuerde que para ellos la guerra supuso asomarse al horror del fratricidio. No quieren que les recuerde que vimos volar puentes, casas, monumentos, con cierta complacencia lujuriosa por el mero hecho de ser propiedad de serbios huidos. Todos ellos, brillantes intelectuales, saben de sobra qué significa ‘oikos’, cuántos son sus significados y cuán benignos son. La sangre inicuamente derramada no conoce las lindes de la casa, del hogar, del huerto y de la acequia. Cuando el caz del molino acarrea odio desbordado, cuando el encono trepa por las higueras y el sotobosque se ennegrece de insidias y perfidias, se destruye el paisaje civil y sus fragancias.
Bienvenida sea Croacia a este amasijo mercantil, dinerario, ajeno a la esencia de su noble cuna, de su noble origen oriental, fenicio. Quizás convenga que mis amigos croatas nos enseñen a vivir con el aguerrido orgullo que les caracteriza. Sería beneficioso que nos enseñen a acometer las incruentas lizas con bizarría, sin que ello suponga volver a las andadas de la Europa enzarzada en hostilidades separatistas cerriles. La gran Europa debe ser un modelo de habilidad y celeridad, de reflexión cautelosa activa, valerosa. Es más sencillo guerrear que pacificar. Odiar que amar. Contemplar los azares y dolores a los que sometemos a las naciones de vocación democrática juvenil, de Turquía o Egipto, de Siria o Libia, nuestras tribus hermanas, arrastra a la demencia, mas no por que ello mancille a la Ética, sino porque horroriza constatar que somos los inductores de esas violaciones de la democracia por egoísta parsimonia de adinerado.