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Opositores al régimen de Mursi queman enseres de una oficina del Partido Libertad y Justicia . :: AFP
MUNDO

Los dos Egiptos se miden en la calle

Detractores y fieles a Mursi conmemoran hoy el aniversario de su ascenso al poder bajo un estado de máxima alerta

PAULA ROSAS
EL CAIRO.Actualizado:

Dos Egiptos se echan un decisivo pulso hoy en las calles del país. De las muchas divisiones posibles en una nación tan compleja como esta, el primer año de mandato de Mohamed Mursi, que cumple hoy el aniversario de su elección democrática, ha profundizado la brecha que separa a islamistas y seculares, si es que este concepto puede abarcar al batiburrillo de tendencias -desde revolucionarios hasta fieles al antiguo régimen- cuyo único nexo de unión es su deseo de derrocar al presidente. Los seguidores de Mursi también estarán en las calles, y las posibilidades de que ambos bandos se enfrenten de manera violenta parecen muy altas a juzgar por los desgraciados episodios de los últimos días, lo que ha puesto al país en un estado de alerta máxima.

Desde el miércoles, siete personas han muerto en enfrentamientos civiles, el ambiente se percibe más tenso que nunca, e incluso la institución de Al Azhar ha advertido del riesgo de que esta situación ya explosiva se convierta en una «guerra civil». Rivalidades latentes durante años relativas a la identidad nacional y oscuros intereses de poder han aflorado en los últimos meses en todos los bandos, y han ido acumulando tal presión que hoy los egipcios -los que participen en las manifestaciones y los que no- temen que el globo en el que se ha convertido este país pueda estallar y rompa el frágil equilibrio social, ya sin posibilidad de vuelta atrás.

Tres actores principales protagonizarán la jornada de hoy. Por una parte están los organizadores de las manifestaciones, la plataforma ciudadana Tamarrud (rebelión), que ayer aseguraron haber recogido ya más de 22 millones de firmas para exigir la dimisión de Mursi. No ofrecieron prueba alguna de ello y resulta imposible -y también difícil de justificar- que uno de cada cuatro egipcios (niños incluidos) haya firmado la petición de este grupo. Tamarrud, que ha sido apoyado por casi todas las formaciones no islamistas de oposición, basa en ese número de firmas y en lo masivas que lleguen a ser hoy las manifestaciones su legitimidad para exigir la dimisión del presidente por poner «los intereses de su grupo (los Hermanos Musulmanes) por delante de los del pueblo», aseguró la plataforma en un comunicado. No solo la política y la ideología sacarán a la gente este domingo a la calle. «Muchos de los que se manifiesten tendrán sobre todo en mente el colapso de la Administración y la difícil situación económica», asegura Ziad Akl Musa, analista del Centro de Estudios Políticos y Estratégicos Al Ahram.

Abandono imposible

Pero si Mohamed Mursi no acepta marcharse -y nada hace pensar que lo vaya a admitir-, no existe ningún tipo de mecanismo legal o constitucional para forzarle a abandonar el poder que ganó en las urnas con el 51,7% de los votos hace ahora un año. En esto se basan los seguidores del presidente, el segundo colectivo protagonista de la jornada de hoy, que también alza la bandera de la legitimidad democrática. Miles de partidarios de Mursi acampan desde el viernes en el barrio de Medinat Nasser, y el tono de su discurso -«defenderemos al presidente con nuestra vida», se escucha entre sus bases- se ha endurecido en los últimos días hasta llegar a sonar verdaderamente amenazante.

El Ejército, el tercero de los actores, podría tener la llave del resultado del proceso que se inicia hoy. «Si Egipto desciende al caos y la violencia es incontrolable, las Fuerzas Armadas, las únicas que conservan legitimidad en el país, podrían movilizarse, aunque no para derrocar a Mursi, sino para asumir ellos el control desde la segunda fila y retomar las riendas del proceso de transición», augura Musa.

Este es uno de los posibles escenarios que los analistas vislumbran tras las protestas convocadas para la jornada de hoy. Si, por el contrario, el número de manifestantes fuera masivo pero las marchas pacíficas, Mursi se vería obligado a hacer concesiones que podrían, por otra parte, dividir a la oposición -ya de por sí diversa- entre los que las aceptaran y los que se obstinaran en el rechazo. Es posible también que las protestas no lleguen a ser tan multitudinarias y que el statu quo no cambie. En ese caso, todo seguiría más o menos igual y el calor y el Ramadán, que comienza el mes entrante, acabaran por desmovilizar a los manifestantes.

Crisis e inestabilidad

Tengan o no éxito las movilizaciones del Tamarrud, parece difícil que el presidente y los Hermanos Musulmanes vayan a salir ilesos de este pulso de la oposición. En un año de mandato, la crisis económica galopante, la cada vez mayor inestabilidad e inseguridad de las calles y el boicot de algunas instituciones controladas por fuerzas del antiguo régimen han erosionado brutalmente la popularidad y los apoyos de la cofradía islamista. Por el camino han perdido a aliados como los salafistas de Al-Nur, que podrían ser los grandes recolectores de ese voto piadoso en las próximas legislativas.

«La situación también es una bomba de relojería para la oposición», advierte Musa, ya que las protestas han congregado a facciones que se enfrentaron en la revolución contra Mubarak y cuyos postulados son intrínsecamente opuestos, comos son las fuerzas revolucionarias y los poderes del antiguo régimen.