RAZÓN Y WERT
Actualizado: GuardarCuando estudiábamos los elementos de la comunicación en la escuela, nos hacían mucho hincapié en lo de que dos no se comunican si uno no quiere, y que para esto de tener algo de qué hablar, tan imprescindible era el emisor como el receptor. Aprendimos, además, que para que exista comunicación es necesario un mensaje, un canal y un medio o contexto. Claro que, como todo en aquel idealista sistema educativo, lo aprendimos en teoría para no ponerlo nunca en práctica. De malosentendidos está la historia llena, de incomunicación mueren las sociedades y de cómo perdiendo las formas, se pierde la razón, saben mucho nuestros gobernantes. Porque –no me recuerden nunca que defendí a este tipo– me gustaría pensar que lo que le ocurre a Wert es que posiblemente se ausentó de clase cuando explicaron lo de la comunicación. Así de sencillo.
De cómo uno diga las cosas, depende muchas veces la felicidad o la desgracia de quien lo escuche. Eso dicen los que estudian las técnicas de la comunicación y los que asesoran –¿cuántos son?– a los que tienen cualquier tipo de responsabilidad social. Lo que ha dicho Wert no es una burrada. Sí lo es, sin embargo, la manera en que lo ha dicho. Porque evidentemente, todos estamos de acuerdo en que el objetivo básico de un sistema de becas es la inclusión, basada en la igualdad de oportunidades, como ha dicho el portavoz socialista. Pero también es cierto que el sistema actual ha convertido la Universidad en un ciclo más del sistema educativo, y se ha desvirtuado por completo su función y su finalidad, añadiéndole aditivos innecesarios –Aulas de Mayores, por ejemplo, aunque sea políticamente incorrecto poner el dedo en esta llaga–.
Miren. Yo estudié con becas. Toda mi trayectoria académica estuvo siempre pendiente de unas medias que garantizaran mi continuidad año tras año, a pesar de que cumplía con creces los requisitos económicos exigidos, en un tiempo en el que la orfandad se consideraba como tal hasta cumplir la mayoría de edad, se estuviera estudiando o no. Y estudié con becas mientras gobernaba el PSOE que nos abrió las puertas de la Universidad. Y se me exigía la matrícula del curso completo, y el aprobado en junio de todas las asignaturas, y en los últimos años de carrera una nota media de siete y medio para obtener una beca de colaboración del Ministerio –una beca para la que, actualmente, se pide un siete– y éramos muchos los que estudiábamos bajo esa presión, porque en mi época casi todos veníamos del mismo arroyo. Y nadie le sacaba los pellejos al ministro de turno.
Efectivamente, es muy difícil defender la postura de Wert quedándonos sólo con sus formas tan vehementes –por no decir otra cosa– y tan bruscas. Porque resulta demasiado fácil rechazar un discurso que suena a rancio –el que no llegue al seis y medio ya está sobrando– y porque los que ladran están atados por sus propias palabras y por sus propios programas electorales que buscan votos en vez de soluciones a los problemas que más nos preocupan.
Es el sistema educativo el que falla, no la política de becas. Porque si en este país se hubiese cuidado una formación profesional de calidad y de cualidad, una especialización de verdad, la Universidad habría mantenido su espíritu de excelencia y la Administración –por poner un ejemplo que todos conocemos, aunque de sobras conoce usted muchos más– no estaría llena de Licenciados haciendo funciones muy por debajo de su cualificación académica.
A Wert le han fallado las formas, pero no la razón. Aunque nos cueste reconocerlo.