El penúltimo de la vieja guardia
José Antonio Griñán Presidente de la Junta de AndalucíaEl barón autonómico es uno de los últimos políticos en activo que iniciaron su carrera con Felipe González
SEVILLA. Actualizado: GuardarTozudo, tenaz, desconcertante para quienes no siguen el hilo de sus razonamientos, sabio estratega para sus más próximos. José Antonio Griñán, político andaluz nacido en Madrid en 1946, dirán las enciclopedias, presidente de la Junta de Andalucía desde abril de 2009 hasta una fecha incierta pero no muy lejana. Su anuncio de que no repetirá como candidato a presidente autonómico le ha puesto de nuevo en primer plano. A sus 67 años, con todo el poder en sus manos, ha decidido marcar los tiempos para evitar que se los marquen. Esta puede que sea, en definitiva, su 'Gran Decisión' en una etapa llena de grandes y convulsos cambios. Con él se va el penúltimo exponente de la vieja guardia socialista con mando en plaza, el último es Alfredo Pérez Rubalcaba.
Tras una larga militancia en el PSOE, aunque siempre en puestos políticos y nunca orgánicos, se vio impulsado a la primera línea tras la sorprendente dimisión de Manuel Chaves, que se fijó en él para la sucesión en abril de hace cuatro años. Hasta entonces había hecho buena parte de su carrera a su sombra. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla, inspector de trabajo y profesor de Derecho de Trabajo, le sucedió como ministro de Trabajo, cartera que gestionó entre 1993 y 1996. Fue también ministro de Sanidad entre 1992 y 1993. Chaves lo repescó en 2004 para la política andaluza, cuando le encargó la Consejería de Economía. En 2008 le hizo vicepresidente.
Tras la marcha de Chaves al Gobierno de Zapatero, Griñán afrontó el reto de hacerse con el Ejecutivo pero, sobre todo, con el partido, donde hasta ese momento había tenido escaso poder. Se ocupa de desmontar la estructura legada por su antecesor. El enfrentamiento no se hizo esperar. Griñán no soportó la bicefalia y forzó un congreso extraordinario en el que desbancó al equipo anterior y colocó a sus peones, Susana Díaz, como secretaria de Organización, y Mario Jiménez, portavoz en el Parlamento.
Derrota frente a Rubalcaba
Más tarde, en el congreso federal extraordinario del PSOE, febrero de 2012, apostó por Carme Chacón frente a Rubalcaba. La derrota le dejó en una posición delicada, pese a lo cual fue nombrado presidente del partido, cargo en el que de nuevo sustituyó a Chaves. Desde entonces sus relaciones con el secretario general socialista registran vaivenes, aunque en los últimos tiempos ha sido el principal apoyo de un Rubalcaba acosado por los problemas internos y las malas perspectivas electorales.
Entretanto, el hasta entonces calificado con cierto desprecio de técnico dentro de su partido, dio una primera pista de su perfil político cuando se negó a convocar las elecciones autonómicas a la vez que las generales. La vieja guardia andaluza, y la dirección federal, criticaron la decisión, pero los hechos le dieron la razón y en marzo, contra todo pronóstico, logró retener la Presidencia de la Junta, pese a perder las elecciones, gracias al apoyo de IU.
La debacle nacional de su partido le colocó como el socialista con más poder, no sólo ejecutivo sino también orgánico, no en vano detenta el liderazgo de la federación más poderosa. Ha querido ejercer este papel con todas sus consecuencias. De ahí sus movimientos para marcar agenda en las grandes cuestiones, como la definición territorial del Estado. Ha evidenciado su rechazo a las candidaturas que se esbozan, tanto la de Patxi López como la de Eduardo Madina, para 'enfriar' el calendario y ganar tiempo para elaborar su propio 'ticket' ganador.
Aunque el año pasado, recién aterrizado en el antiguo convento de San Telmo, declaraba que estaba dispuesto a volver a ser candidato en 2016, ha decidido dejar paso a los más jóvenes. Quizás quiso parar el debate sobre su sucesión. Ha ganado un año para tener repuesto, un tiempo en el que se ha dedicado a formar a Susana Díaz. Ahora, agobiado por el acoso político y mediático por el caso de los ERE fraudulentos, entristecido por la enfermedad terminal de familiares muy queridos, y convencido de que es lo mejor para su partido, inicia el retorno.
En su reloj suena ya la cuenta atrás de su retirada definitiva. Cuando se vuelva a la casa de Mairena del Aljarafe, donde nunca ha dejado de vivir, con su esposa, Mariate, sus tres hijos y cuatro nietos, sus discos de ópera, sus libros, sus amigos, dispuesto a aconsejar a quien se lo pida, pero no más.