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Líderes de la lucha por los derechos civiles valoran la sentencia ante la sede del Tribunal Supremo en Washington. :: REUTERS
MUNDO

El Supremo de EE UU da por finalizado el racismo en los Estados del sur

El presidente traslada su «profunda» decepción por una decisión que allana el camino a leyes para limitar el acceso a los votantes progresistas

MERCEDES GALLEGO
NUEVA YORK.Actualizado:

Cuando en 1791 se escribió la Segunda Enmienda a la Constitución, que garantiza el derecho a portar armas, EE UU era territorio salvaje donde sus habitantes todavía se defendían con bayonetas. Con todo, medio país se aferra a esa ley anacrónica para defender su derecho a rifles automáticos de calibre militar que nunca hubieran imaginado los colonos. El órgano que vela por la vigencia de esa Constitución es el mismo que ayer tumbó la ley federal que supervisa a los Estados segregacionistas para que no puedan volver a marginar el derecho al voto de las minorías. Para el Supremo, en este caso, «los tiempos han cambiado».

El tribunal admite que existe la discriminación, «nadie tiene dudas», por lo que acepta que el Gobierno federal intervenga para evitarla, pero sostiene que debe limitarse «a aquellas áreas donde el Congreso encuentre evidencia de que existe una discriminación real», escribió. «Casi 50 años después, las cosas han cambiado radicalmente». La ley que cinco jueces han dejado sin garras fue escrita en 1965 con la sangre de los activistas de Selma. Muchos líderes dieron su vida por ella y algunos todavía viven para recordarlo. Su duración inicial era de cinco años pero el Congreso la revisó y renovó en numerosas ocasiones, la última en 2006, tras numerosas audiencias, que al parecer no satisficieron al Supremo. Con ello el máximo órgano judicial de EE UU, donde la mayoría conservadora se precia de no dictar leyes desde el banquillo, cometía una intrusión legislativa que decepcionó «profundamente» al presidente Obama, cuyo Gobierno no hubiera podido existir sin esta ley.

«La decisión de hoy es un revés que destruye décadas de prácticas bien establecidas para garantizar que la votación sea justa, especialmente en lugares en que la discriminación con respecto al voto ha estado presente históricamente», lamentó el presidente, aunque advirtió que «no representa el final de nuestros esfuerzos», prometió.

El Supremo argumenta que los exámenes de alfabetización como requisito para poder votar están prohibidos desde hace 40 años, pero los políticos actuales también se han modernizado buscando nuevas leyes con las que limitar el acceso de las minorías a las urnas, que pocas veces beneficia a los republicanos. En las elecciones pasadas el Ejecutivo de Obama tuvo que recurrir a esta ley para evitar que Texas, Florida y Carolina del Sur promulgaran leyes estatales que dificultaran el ejercicio del voto. Una prueba palpable de su vigencia. Estos y otros Estados lo consideraron una intromisión a su poder, como el condado de Alabama que retó su constitucionalidad en los tribunales, hasta llevarla a manos del Supremo.

«Una daga en el corazón»

En las páginas del 'The Washington Post', algunos celebraban la decisión como la muerte de Jim Crow, nombre con el que se conocen las leyes segregacionistas, que para estos estaban siendo perpetuadas por la discriminación positiva de la Ley del Voto. Por contra, los líderes afroamericanos se llevaban las manos a la cabeza y se preparan para reactivar la lucha. «¿Que hemos hecho progresos? Por supuesto, tremendos progresos», explicaba el reverendo Kenneth Dukes. «El Ku Klux Klan ya no se reúne en público, no tenemos esa fragrante discriminación, pero todavía hay intimidación y racismo, todavía necesitamos esa ley».

El Supremo no la ha tumbado por completo, sólo el capítulo que habla de qué Estados necesitarán el visto bueno del Gobierno federal antes de poder cambiar las leyes electorales, porque a su juicio eran seleccionados de acuerdo a criterios arcaicos. En un Congreso dividido -cada cámara está en poder de un partido-, nadie espera que los legisladores sean capaces de ponerse de acuerdo para elaborar criterios más actuales, lo que dejará de facto la ley en suspenso. En palabras del congresista John Lewis, que marchó con Martin Luther King y todavía lleva en la cabeza las cicatrices de la policía y el Ku Klux Klan, «le han clavado una daga en el corazón» a la ley de voto. El fiscal Eric Holder, también afroamericano, ha advertido que no bajará la guardia.