opinión

La carta de Montoro

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El ministro Montoro es de esas personas que cae bien, a pesar de que la declaración de la renta te salga a ingresar y varios inspectores de Hacienda levanten las alfombras de tu baño mientras tomas una ducha en pelota picada. Su intención, precisamente, es dejarte en cueros y trincar lo que por derecho le pertenece a la hacienda pública. Desde luego, no se lo tienes en cuenta porque lo hace con arte y, sobre todo, con ese ademán tan propio de una caricatura de Ibáñez en la Rue del Percebe. Conozco a Montoro desde hace varios años, pero la última vez que me topé con él fue en Cádiz. La alcaldesa, Teófila Martínez, lo invitó durante la campaña de las municipales de mayo de 2011 y lo presentó como el futuro ministro de Hacienda del Gobierno de Rajoy. No se equivocó. Rajoy ganó las generales en noviembre de ese año y Montoro subió a los altares para controlar los tributos de los españoles. Teófila sabía que sería uno de los elegidos para la gloria y aprovechó su visita para presentar ‘in situ’ el proyecto de reordenación de la Zona Franca. La alcaldesa llevó a Montoro junto al Supersol, donde explicó cómo quedaría la entrada a Cádiz por el puente Carranza, una vez que desaparezca el chabolismo industrial que impera en la zona. El sol achicharraba la calva de Montoro. Mientras tanto, la alcaldesa dejaba muy claro en su intervención que la aportación del Estado en el proyecto sería clave para sacarlo adelante. Desde luego Montoro no defraudó y la mejora del recinto exterior es hoy una lenta realidad. El titular de Hacienda ha vuelto a jugar sus cartas eahora con el futuro de Navantia. Desde el primer momento ha mantenido el mismo discurso optimista sobre la carga de trabajo en los astilleros. Reconozco que no sé cuándo habla en serio o en broma, pero más vale pensar siempre que habla en serio y si no, que se lo pregunten a Messi. Montoro sabe que los astilleros públicos son una máquina tractora de empleo y no puede asumir ahora una nueva reconversión que implique el cierre de factorías. Es posible que esta opción la lleve a cabo más adelante, una vez que Navantia logre nuevos contratos y consiga reducir su déficit. De momento, el ministro se ha guardado en la bocamanga una carta que, lejos de ser un farol, supone la salvación a medio plazo de las plantas gaditanas. Mientras que la oposición se empeña en reclamar la reactivación de la segunda fase de los BAM, algo que ya ha descartado Defensa, Montoro se ha ido de pesca al sector privado. La SEPI, principal accionista de Navantia, es consciente de que los contratos internacionales que siguen en el aire, caso de Catar, Venezuela y Emiratos Árabes, dependen de otros condicionantes ajenos a la voluntad del Gobierno. Su adjudicación forma parte de un criterio que se nos escapa. Sin embargo, Montoro ha tocado a la iniciativa privada. Así, el consorcio Repsol-Gas Natural puede tener la llave de la ansiada carga de trabajo de los astilleros. El ministro quiere que las empresas españolas, como ya lo ha hecho Alemania con las suyas, hagan patria. El consorcio se ha hecho con una nueva ruta gasística entre Estados Unidos y Japón y necesita barcos gaseros para su explotación. Montoro sigue jugando su partida y es posible que en Navidad cuelgue el traje de cobrador del frac y se ponga el de Papa Noël.