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Brasil teme por la visita del Papa

Los manifestantes desconvocan las protestas para abrir un diálogo con el Gobierno de DilmaLa marea humana que se lanzó a las calles de más de un centenar de ciudades se saldó con dos muertes accidentales

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Alarmados por expresiones conservadoras y de rechazo a los partidos políticos, el Movimiento Pase Libre (MPL), motor de las manifestaciones brasileñas que el jueves lanzaron a las calles a más de un millón de personas en todo el país, decidió ayer suspender la convocatoria de nuevas protestas en Sao Paulo. La prudencia de sus líderes podría lograr una tregua que las autoridades, aún perplejas, no consiguen abrir. La presidenta Dilma Rousseff, que ya había suspendido su viaje a Japón, previsto para la semana próxima, se reunió durante la mañana de ayer con ministros y asesores, pero no hubo declaraciones posteriores al encuentro. El secretario general de la Presidencia, Gilberto Carvalho, admitió que están preocupados porque las protestas pueden comprometer la realización de la Jornada Mundial de Juventud, que se debería celebrar el 22 de julio en Río de Janeiro con la presencia del Papa Francisco.

Para el funcionario, que no condenó las protestas pacíficas, resulta «inaceptable» la derivación violenta de las manifestaciones contra edificios públicos como ocurrió en Brasilia con el Palacio de Itamaraty -la cancillería- y la Catedral Metropolitana, que fueron atacadas por los activistas. Hubo además un conato de incendio en el Congreso Nacional. No obstante, la Confederación Nacional de Obispos de Brasil descartó la posibilidad de aplazar la visita del Pontífice. A lo sumo, habrá menos extranjeros, mantienen, pero en ningún caso se alterará el programa. Los prelados, que apoyan las manifestaciones, aunque rechazan la violencia, advierten de que los brasileños, sobre todo los jóvenes, no toleran más la corrupción, la fuerte desigualdad y la falta de participación.

La marea humana que se lanzó a las calles de más de un centenar de ciudades a pesar de la marcha atrás en el incremento de las tarifas del transporte público, se saldó con dos muertes accidentales: un estudiante de 18 años murió atropellado por un vehículo que intentaba atravesar una barrera humana en Riberao Preto, a 300 kilómetros de Sao Paulo, y una mujer de 54 años, trabajadora municipal de limpieza en Belem, falleció de un infarto al intentar escapar de los efectos de una bomba de gases lacrimógenos. Hubo también múltiples heridos y daños en edificios públicos, saqueos y destrozos en bares, comercios y bancos.

Esta vez la protesta de Río de Janeiro fue la más numerosa, al reunir a 300.000 personas. Los desmanes violentos terminaron allí con más de 60 heridos y decenas de detenidos. En Sao Paulo se concentraron alrededor de 120.000 asistentes, en Recife 50.000, y en proporciones más reducidas las protestas se reiteraron, con características similares en un centenar de ciudades, 25 de ellas capitales de estado.

En Natal, unos 400 manifestantes ingresaron en el Centro Administrativo del Estado, donde se reúnen los principales órganos públicos. Saquearon bienes y los llevaron a la explanada de acceso donde realizaron una fogata. Ese tipo de deriva fue casi una constante en las concentraciones. Un grupo más agresivo, minúsculo, que se desprende de la columna en torno a un edificio emblemático y ataca con piedras y bombas de tipo molotov.

Pero los manifestantes, aun los más descontrolados, resultan disciplinados en un punto. Solo salen a la calle cuando son convocados. Muy pocos activistas se expresaron ayer durante el día, en Belo Horizonte y Sao Paulo. No parecen decididos a avanzar en una revuelta popular permanente contra el Gobierno. Por eso, la decisión del MPL puede ser la llave que permita a la Administración federal ganar tiempo hasta recuperar la iniciativa.

El MPL, que fue quien primero convocó a protestar por el aumento de tarifas, advirtió ayer que «grupos conservadores se infiltraron» en las manifestaciones y defendieron consignas ajenas como la reducción de la edad de punición penal con la que el movimiento progresista de jóvenes estudiantes no coincide. Tampoco están dispuestos a avalar agresiones contra manifestantes que intentaron sumarse a las marchas con carteles de partidos políticos, incluyendo el oficialista Partido de los Trabajadores (PT).

Se refirieron así a algunas escenas que se produjeron en Sao Paulo y Río, donde activistas que se autodenominaron «nacionalistas» agredieron a manifestantes con identificaciones del PT y quemaron sus banderas. Esas prácticas «no nos representan», dijeron los jóvenes en diversas entrevistas. «Es inconcebible ese oportunismo de la derecha», rechazaron.

La supuesta infiltración en las redes sociales ya había sido advertida por veteranos el PT que alertaron al MPL y hasta ofrecieron apoyo en la seguridad de las manifestaciones.

Las banderas en las que sí coinciden los manifestantes, que no son ya solo jóvenes, son las de mejorar los servicios de transporte, de educación y salud públicas, así como castigar la corrupción.