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ENTREVISTA A JAVIER TOMEO

«La palabra mensaje me da un poco de miedo»

Entrevista al escritor Javier Tomeo realizada el 29 de diciembre de 2012

ELENA SIERRA
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Leer a Javier Tomeo es descubrirse sintiendo algo, y tal vez ese algo sea pena, por un bicho tan feo y desagradable como el tisanuro. No, en serio, busquen una foto del sujeto (el tisanuro, vaya) en Internet y recuerden esos momentos en que, de noche, se levantan para ir al baño o a la cocina y allí, en el pasillo, o junto a la bañera, al encender la luz, se encuentran un bichejo así como gelatinoso y alargado y medio trasparente, que amenaza con ser peludo pero no lo es, parado como si la casa fuera suya (suya de él, no de ustedes). En cuanto mueven un pie -ustedes, no el animal-, se pone de repente en marcha y sale pitando hacia la primera grieta. Siempre encuentra una. Siempre. Y da escalofríos pensar en la próxima vez. Pues Javier Tomeo, especialista en humanizar a los animales y en deshumanizar a las personas (aunque solo para hacerlas un poco más humanas, así de contradictoria es la vida), consigue que el señor Tisanuro nos dé pena. Que menuda vida de mierda que lleva el que será uno de los insectos más viejos del planeta. Siempre asustado de asustar. Otra que tal baila es la cigarra, que nace bajo tierra y así se tira años; encima, cuando consigue salir a la luz carga con la fama de vaga. Gracias a Tomeo, la cigarra le puede preguntar a la hormiga, y al mundo, qué narices haría ella en su situación, toda la vida enterrada y sabiendo que le quedan solo unos meses por delante para disfrutar. Consciente de su mortalidad. Terrible.

Páginas de Espuma acaba de publicar un volumen que reúne muchos de los cuentos del escritor aragonés (Quicena, Huesca, 9 de septiembre de 1932). Es una estupenda oportunidad de acercarse a su literatura si aun no se ha hecho. Tomeo, dueño de un sentido del humor y de la vida personal e intransferible, se licenció en Derecho y Criminología en la Universidad de Barcelona y en la década de 1950 escribió literatura popular bajo el pseudónimo de Frantz Keller para la Editorial Bruguera. Después vendrían sus pequeñas historias, pobladas de seres raros que al final resulta que no lo son tanto, en forma de cuentos, novelas y obras de teatro que a menudo han sido mejor recibidas fuera de su tierra que en ella. Para Territorios intenta ponerse serio, es lo que dice cuando responde al cuestionario vía correo electrónico (peleándose con las teclas), pero luego reconoce que el intento no le sale. Será que el humor puede con todo. Veamos:

- La primera pregunta se la habrán hecho miles de veces pero es inevitable. ¿Por qué sus cuentos están poblados de animales y hasta los humanos (animales, lo sé, lo sé) tienen pinta o maneras de "bichos"?

- Lo dijo Lafontaine: "Dios puso a los animales en este mundo para instruir a los hombres".

- Hay escritores que escriben sobre música y se definen como músicos frustrados. Lo mismo ocurre cuando se habla de cine, por ejemplo. Según eso, ¿es usted un zoólogo frustrado?

- Más que un zoólogo frustrado, algunos que me quieren mal podrían tal vez pensar que en realidad soy un animal frustrado, tal vez un cerdo, quizás un asno, aunque todos sabemos que hay asnos que son más inteligentes que ciertas personas. Hablando en serio, me gustan los animales, domésticos y salvajes. Siempre he sido aficionado a consultar libros sobre la vida y las costumbres de los animales.

- Le propongo que se describa tomando de estos animales algunas características. ¿Qué "bicho" es Tomeo?

- Me gustaría ser un ave rapaz, que parecen volar sin esfuerzo y lo ven todo desde arriba.

- Sus lectores, muchos de los cuales lo siguen con pasión (devoción me parece una palabra enorme, pero alguno habrá), ¿qué serían?

- Podrían ser pingüinos, numerosos, disciplinados e inteligentes.

Sonrisa del lector

- ¿Qué encuentran ellos, cree usted, en sus ficciones?

- Mis lectores sonríen, la sonrisa es el lenguaje de las personas inteligentes.

- ¿Qué encuentra o pierde o señala o expone usted? ¿Le mueve fundamentalmente la ficción o el mensaje?

- No pretendo ni quiero ser Pepito Grillo, que está siempre dando consejos a Pinocho. La palabra "mensaje" me da un poco de miedo. Me sirvo de la ficción para señalar dónde nos aprieta más el zapato de nuestras imperfecciones. No pretendo dar soluciones.

- Aunque en este volumen hay muchísimos cuentos, algunos se han quedado fuera. Dicen los escritores que cada cuento/novela es como un hijo y que es imposible escoger? ¿Cómo ha sido ese trabajo de selección?

- Ha sido difícil, pero he contado con la inestimable colaboración de un joven escritor zaragozano que conoce muy bien mi obra: Daniel Gascón.

- Releídos y revisados, una vez que los tiene todos juntos, que los ve reunidos, ¿ha visto cambios entre los de los primeros tiempos y los más recientes? ¿Se ha, digamos, analizado?

- No hay demasiados cambios, y eso me satisface muchísimo porque me hace pensar que mis textos resisten dignamente el paso del tiempo. El autor y sus textos solo coinciden en el instante en que el escritor escribe la palabra "fin". Luego los textos quedan anclados en el tiempo, se inmovilizan, mientras que el escritor prosigue su andadura vital. Llega un día en el que autor y la obra ya no coinciden. De ahí que por lo general corrijan y corrijan los textos que escribieron tiempo atrás...

- Y ya que ha hecho una selección, de entre estos que publica Páginas de Espuma, ¿cuál/es le recomendaría a un lector para empezar a leerle?

- Pues no estoy seguro. Tal vez alguna de mis "Historias mínimas", que hace muchos años bauticé con el nombre de "Microteatro psicopático".