El 'teléfono rojo' original, que en realidad era un teletipo. :: R. C.
Sociedad

50 años en línea

El teléfono rojo entre Washington y Moscú, que cumple medio siglo, ha sufrido importantes cambios tecnológicos

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A lo largo de la historia han existido diferentes tipos de teléfonos. De mesa, de pared, los llamados de góndola, de bolsillo, por satélite... Pero tal vez el más emblemático, ese del que en una situación extrema pudo depender la superviviencia del ser humano, es el teléfono rojo. Su funcionamiento es sencillo; comunicar de manera directa e inmediata a los presidente de los Estados Unidos y la hoy Rusia, antes Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Tal día como ayer, hace 50 años, el ingenio entró en funcionamiento.

El teléfono, inventado por un el italiano afincado en Estados Unidos Antonio Meucci en 1870 -aparato que llamó teletrófono- y patentado por Alexander Graham Bell, revolucionó las comunicaciones. Sea cual sea su paternidad, su inmediatez podría haber evitado muchos entuertos a lo largo de su historia.

Eso es lo que debieron de pensar los mandatarios de la entonces URSS y EE UU, después de que a principios de los 60 estuvieran a punto de haber llegado al llamado holocausto nuclear con la crisis de los misiles de Cuba. Aquello pudo deberse, entre otros motivos, a que John F. Kennedy y Nikita Krushchov no podían comunicarse con fluidez. Para solucionarlo, idearon poner un teléfono directo entre la Casa Blanca y el Kremlin. Por ello, ambas potencias nucleares firmaron el 20 de junio de 1963 un tratado para crear el teléfono rojo. Así, en caso de emergencia, agresión de terceros u otro tipo de catástrofe, los dos presidentes hablarían inmediatamente de tú a tú sin obstáculos.

Sin embargo, pese a la romántica denominación para ese teléfono, en sus comienzos no funcionó como tal, sino como un mero teletipo. Eso sí, superprotegido en su funcionamiento y encriptado especialmente para la ocasión, de manera que si el inquilino de la Casa Blanca llamaba al Kremlin -o viceversa-, no levantaba el auricular de un teléfono, como aparece en cientos de películas, la más conocida de ellas, la legendaria 'Teléfono rojo: Volamos hacia Moscú' (1964), de Stanley Kubrick. El usuario tenía que recurrir a un operador que enviaba un mensaje telegráfico a Londres y desde allí a Moscú vía Copenhague, Estocolmo y Helsinki.

Al parecer, el teléfono rojo fue inaugurado cuatro años después, durante la Guerra de los Seis Días, entre árabes e isralíes. No fue hasta una década después que se tendió un cable submarino para establecer la comunicación de viva voz.

Hay que suponer que, pese a las caras de circunstancias que esta semana lucían Barack Obama y Vladímir Putin en la cumbre del G8 en Irlanda del Norte, el aparato sigue utilizándose. Sin embargo, ya no será una vulgar línea telefónica, sino que estará integrado en un sofisticado sistema de satélites que podría incluir la imagen. Incluso tendrá traducción simultánea automática.

Pese a que Bell patentó el invento, el teléfono rojo no está registrado. Por eso, potencias nucleares como India y Pakistán, cuyas relaciones no son idílicas, copiaron este sistema de comunicación.