Río de Janeiro registra desde hace días las protestas más numerosas, con episodios vandálicos. :: AFP
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La protesta en Brasil asombra al poder

Dilma Rousseff ofrece una primera victoria a los manifestantes pero admite su desorientación ante las protestas

BUENOS AIRES. Actualizado: Guardar
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Envalentonados con su primera victoria política, millares de jóvenes brasileños, protagonistas de las protestas callejeras que se realizan en todo el país desde hace dos semanas, salieron ayer a celebrar con manifestaciones en 80 ciudades una conquista que parecía imposible a comienzos del mes: las autoridades de Sao Paulo y Río de Janeiro debieron dar marcha atrás con el aumento de las tarifas de transporte público.

Tanto el gobierno de Dilma Rousseff como las administraciones de estados y municipios del país aceptaron pagar el costo político de dejarse torcer el brazo con tal de obtener una tregua que contenga el malestar creciente. Pero ese gesto, que solo muestra debilidad, es apenas un bocado que entretiene al monstruo recién despierto. Habrá que hacer mucho más y bien pronto para desandar una insatisfacción contenida demasiado tiempo. Los brasileños no parecen dispuestos a conformarse con volver atrás el valor de la tarifa. Exigen mayores inversiones en salud, en educación, menos corrupción, más participación en las decisiones, y menos, muchos menos gastos en estadios y otras obras de infraestructura para los eventos deportivos que tienen al país como sede.

Desde la primera concentración, las protestas derivaron en hechos violentos de grupos minúsculos que se hicieron notar por actos de vandalismo. Pero el garrote policial fue la varita que las volvió masivas. A partir de la respuesta represiva del Estado, las movilizaciones crecieron y convocaron a brasileños de todas las edades.

Aun cuando cedió en la rebaja, el anuncio del gobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, junto con el alcalde de la ciudad, Fernando Haddad, no parece sintonizar con las exigencias de los manifestantes. Alckmin, del Partido de la Socialdemocracia Brasileño, dijo que el tesoro paulista correrá con los costos de la rebaja, porque los empresarios no pueden pagarla. Eso obligará a los gobernados a «ajustarse el cinturón», les advirtió. Haddad, pese a ser un ahijado de Lula, admitió también que no se podrá hacer la reducción de la tarifa «sin sacrificar inversiones en otras áreas». Más de lo mismo. «Será un sacrificio grande», les avisó Alckmin a los paulistas, acostumbrados a viajar como ganado a un costo que es 15 veces mas alto que el de Buenos Aires. ¿Y quién hará el sacrificio?

Además de la Copa Confederaciones que se está realizando este mes, está prevista la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016. Se llevan gastados casi 10.000 millones de euros y todavía falta. Un desesperado Pelé llamaba ayer a los brasileños a calmarse y apoyar a la selección. «Vamos a olvidar las protestas», exhortó anacrónico. Sus dichos solo echaron mas leña al fuego.

La 'primavera tropical', como ya se identifica a la revuelta brasileña, se parece poco a la de los países que resisten y repudian a un régimen antidemocrático. Acá no se quiere voltear a ningún gobierno. Rousseff, si bien está perdiendo apoyos en las últimas semanas, todavía conserva una popularidad mayor que la de la mayoría de sus pares latinoamericanos. Su mensaje es de comprensión hacia el malestar, pero está desorientada. Creyó que su gobierno marchaba por el buen camino, un camino que la llevaría a ser reelecta en 2014.

Ahora los brasileños le muestran que ya no quieren pan ni circo. Sus demandas básicas estuvieron siendo satisfechas durante más de una década de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Más de 30 millones de pobres ascendieron a la clase media, pero ahora sus exigencias son más sofisticadas, de segunda generación, dicen los sociólogos.

Los jóvenes no creen deberle ese progreso a ningún Mesías. Tampoco se sienten representados por los partidos políticos. Al contrario. Miembros del PT recuperaron estos días el entusiasmo adormecido y se suman a las marchas. La derecha trata de ganar un espacio de conducción en el desordenado movimiento callejero, hasta ahora sin éxito. Ningún referente claro está liderando.

El Movimiento Pase Libre (MPL), impulsor de las primeras protestas, emitió un comunicado de satisfacción con la rebaja del billete. Pero advirtió también que la lucha sigue. «La caminata del MPL, que no comienza ni termina hoy, continúa rumbo a un transporte público sin tarifa, donde las decisiones sean tomadas por los usuarios y no por los políticos ni por los empresarios». Y añade: «Si antes ellos decían que bajar el pasaje era imposible, nuestra lucha va a demostrar que ellos están equivocados». La inmensa mayoría son adolescentes o jóvenes. Los dirigentes del PT descubren a este sector emergente. El gobernador del Estado de Río Grande do Sul, Tarso Genro (PT) reveló que Dilma lo llamó para conocer su visión y que le confió que el gobierno está analizando los acontecimientos.