En el origen, una pesadilla de transporte caro y deficiente
Actualizado:A Ricardo Jefferson, un músico de samba de 29 años que vive en la Baixada Fluminense, un suburbio popular de Río de Janeiro, le cuesta cada día entre dos y tres horas llegar en autobús a su trabajo en el centro de la ciudad. Y otras tantas volver a casa. «El transporte es escaso y el billete, muy caro para lo que ofrece. Lo único que funciona en Río es el metro, porque el tren es una porquería. Trabajo como loco, acabo cansado. Y cuando vas a tomar el tren o el autobús y están repletos, uno se siente maltratado», explica a AFP.
Ferrocarriles destartalados, autobuses atestados que avanzan a duras penas en medio de gigantescos atascos, un metro insuficiente para atender la demanda... Es el transporte público de Brasil, a precios de país occidental pero tan deficiente que está en el origen de las protestas que desbordan desde hace días las calles del país. Y la única opción para decenas de millones de ciudadanos sin coche.
Marcio d'Agosto, coordinador del programa de ingeniería del transporte de la Universidad Federal de Río, atribuye la insatisfacción popular a una dejadez oficial de medio siglo. «Si vemos una película sobre transporte público de los años 50 y la comparamos con la situación hoy comprobaremos que nada cambió», asegura. «Son muchos años sin inversiones», admite también el alcalde de Río, Eduardo Paes.
«La mala calidad del servicio, el alto coste, la competencia con millones de coches por un espacio limitado y el deterioro de las carreteras han creado infraestructuras urbanas al borde del colapso», concluye Chris Gaffney, experto estadounidense que estudia cómo se prepara el país para el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.