El faro de Chipiona y el ingeniero Jaime Font
Actualizado: GuardarEl sábado 27 de mayo a las 9 de la noche tuve el honor de presentar el libro ‘El Faro de Chipiona, Caepionis Turris’ de mi amigo Juan Luis Naval, cronista de la Villa de Chipiona, dentro de la semana dedicada al 150 aniversario de la colocación de la primera piedra. El martes 30 se puso una placa conmemorativa con el nombre del ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, autor del proyecto y director de las obras, Don Jaime Font Escolá. Aunque ambos actos coincidieran con los partidos del Real Madrid, la asistencia de público fue máxima, hecho indicativo del amor de los chipioneros hacia su faro, el más alto de España –con 69 metros–, y uno de los mayores del mundo. Toda una impresionante obra de ingeniería del más alto nivel, con la finalidad de guiar a los buques en su entrada a la peligrosa desembocadura del Guadalquivir, una vez superado el temido Bajo de Salmedina.
Las obras de ingeniería civil, construidas para dar servicio a la sociedad, no son, en general, conocidas por el nombre de los ingenieros que las proyectaron. En este caso, se han necesitado 150 años para dar a conocer quién fue el responsable del proyecto y de la construcción de tan monumental faro, parte indisoluble, desde entonces, del entrañable pueblo de Chipiona.
El joven ingeniero Jaime Font, de Badalona, vino con su maestro, Don Eduardo Saavedra, para la realización de su Proyecto Fin de Carrera, correspondiéndole a Font el proponer alguna modificación al proyecto inicial del faro de Chipiona, realizado por el propio Saavedra. Éste, que fue el ingeniero humanista más importante de su época, pues también fue, entre otras muchas cosas, arquitecto, arabista, matemático, arqueólogo (descubridor de las ruinas de Numancia), dio el visto bueno a las modificaciones del recién acabado Font, contratándose finalmente su proyecto. ¡Con ese maestro y con ese brillante alumno, no es de extrañar el resultado de una obra tan perfecta!
Cuentan que el ingeniero Jaime Font supo transmitir su entusiasmo a los ocho canteros gallegos, a los que les daba clases de geometría descriptiva al acabar la dura jornada de trabajo, haciendo que las piezas más complicadas fueran labradas con tal exactitud que, una vez puestas en obra, no fue necesario el realizar correcciones. El Faro de Chipiona es un fiel testimonio de lo que debe ser una obra pública bien hecha, por eso deseo de todo corazón que la ilusión que transmitió Don Jaime Font la sepamos trasladar nosotros, los ingenieros mayores, a las futuras generaciones.