Chimpancés y bonobos
Actualizado: GuardarPor respeto ecológico, a todos los animales que buscaron refugio en nuestra casota de las afueras de Mogadiscio se les asignó un nombre. Nuestros muy queridos Amina e Isaac, como buenos musulmanes sunitas, les hubieran negado el asilo. En toda África, continente malherido, el drama agudo en el que viven los niños obliga a negarle cualquier respeto a todo el resto de la cadena trófica. Ellos lo toleraban pues bien sabían que a mi familia le importaban los niños y su drama, muy mucho más que todo. Descartados los agravios comparativos, a todos nuestros inquilinos se les llamaba por su nombre. A Isaac le costaba más trabajo, conservando siempre a mano su carcaj y su arco. ‘Pasodoble’ era una joven hembra babuino que era la única que no dormía en casa. Conservaba así la plena libertad del mediopensionista disoluto y con ella toda su fiereza. Tenía muy malísimas pulgas para con los machos, yo incluido. Su corpulencia y su dentadura de leopardo petrificaban, si bien esa intimidante hosquedad se convertía en dulzuras ante las hembras, humanas inclusive, ante los niños y, sobre todo, ante los cachorros, de la especie que fueren, a los que desde su profundo y misterioso instinto maternal quería amamantar y acurrucar, hasta el extremo de llegar a raptarlos a tales efectos, como hizo muchas veces con perros y pollos. Le enloquecía que, al no ser cuadrúmanos, ninguno de ellos pudieran asirse a sus mamas para brincar con ella. Su capacidad de aprendizaje cultural era sorprendente. Abría y cerraba todo tipo de grifos, todo tipo de puertas y postigos y fabricaba artilugios para mortificar a ‘Busur’, el carnero, o a ‘Periquete’, la tortugota gigante. Conocía todas las rutinas de la casa y de nosotros sus moradores.
Me explicaba un primatólogo en Kisangani que los bonobos no son agresivos ni peligrosos, mas no así sus afines los chimpancés, por ser carnívoros en vez de frugívoros como los primeros. Menos mal que el río Congo se encarga de separar drásticamente sus respectivos hábitats evitando disgustos por confusión. Puede que a nosotros, la especie humana, también nos afecten las dietas, pero no creo que las alimentarias, pues conozco a vegetarianos de mal carácter y a carnívoros intensivos de trato dulcísimo. Al carácter del ser humano le afecta la atmósfera educativa. La violencia omnipresente. La falta de tolerancia en la saludable polémica sosegada. La falta de respeto a los niños, a los mayores y muy mayores, a los maestros, a las Autoridades, a las mujeres, sea cual sea su estatus, a los varones de bien. Una atmósfera mezquina y ruin, mal encarada y huera, un clima hostil y un sistemático encono, hasta pueden llegar a convertir a un bonachón gorila en una fiera desmesurada. La necedad beligerante se transfunde por ósmosis inversa.