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Una investigadora realiza pruebas de ADN en un laboratorio de la ciudad alemana de Fráncfort. :: FRANK MAY / EFE
Sociedad

El Supremo de EE UU prohíbe patentar ADN humano

La sentencia evitará monopolios en el ámbito de la salud y favorecerá la competitividad entre los científicos, según valoran los expertos

FERMÍN APEZTEGUIA
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Los negocios son los negocios, pero también tienen sus límites, más aún cuando está en juego la salud humana. Esa parece ser la filosofía que impera en la sentencia dictada por el Tribunal Supremo de Estados Unidos, que ayer, en una resolución histórica, puso límites a las patentes biomédicas. Los genes humanos, según dijo, no pueden ser patentados porque «son productos de la naturaleza». Dicho de otra manera, una empresa puede tener en exclusiva durante unos años, los que establezca la ley, la medicación que ha diseñado para el control, por ejemplo, de una enfermedad neurológica, pero no podría patentar los genes que la desencadenan. El sistema nervioso central forma parte del patrimonio de la humanidad.

La resolución judicial de ayer supone el colofón de una larga historia, que comenzó en la primera mitad de los años 90 y que tiene como protagonistas a los genes que más de moda están en el mundo entero desde el pasado 14 de mayo. Ese día, la actriz protagonista de Lara Croft, Angelina Jolie, anunció al mundo que se había extirpado los dos pechos para evitar un más que probable cáncer de mama. Tenía un 85% de posibilidades de sufrirlo y lo sabía no solo por sus antecedentes familiares, sino porque se había sometido a un test que había detectado determinadas anomalías en sus genes BCRA1 y BCRA2, responsables de determinados tumores hereditarios.

El test con el que la intérprete supo lo que tenía fue desarrollado por la compañía Myriad Genetics, que es la que está en el ojo del huracán de toda esta historia. ¿Puede patentarse un gen, que se ha aislado y descubierto como responsable de determinadas enfermedades? Ahí arrancó el conflicto.

Los laboratorios de Myriad Genetics se fundaron en 1991 en el estado norteamericano de Utah y tres años después sus responsables anunciaron que habían sido capaces de clonar el BCRA1. A mediados de la década de los noventa, la investigación genética marchaba a todo trapo y un año después, en 1995, la compañía presentó sus avances sobre el BCRA2 y dio los primeros pasos para patentarlo.

Al constatar las dimensiones que el asunto estaba tomando en EE UU, la Unión Europea decidió ponerse a legislar sobre la cuestión. Para 1997, Myriad Genetics ya había conseguido patentar los dos genes, que hoy se sabe que están relacionados con entre un 5% y un 10% de los tumores de mama, ovarios, colorrectal, pulmón y de próstata. Los que se desatan por razones hereditarias. Ni los comités de ética internacionales ni los profesionales de la salud entendieron esta decisión.

Mientras la patente obtenida por la empresa biotecnológica de Utah recorría los juzgados de EE UU, más de 150.000 médicos y científicos agrupados en la Asociación Americana para la Patología Molecular -que son los que analizan muestras de tejidos en los laboratorios en busca de una enfermedad y sus causas- firmaron una declaración política contra las patentes sobre genes individuales o secuencias del genoma. La controversia había llegado a su cenit. Un movimiento popular pidió entonces la retirada de las patentes y el proceso se reabrió.

La Corte Suprema de Estados Unidos ha dado por fin con la que, legalmente, supone la decisión definitiva al conflicto. Nueve jueces se reunieron para tomar una determinación y llegaron a ella de manera unánime, sin fisuras. Los genes extraídos del cuerpo humano, lo que se conoce como ADN aislado, no puede ser patentado. Lo que sí puede quedar protegido por las leyes de patentes, que en salud permiten la comercialización en exclusiva del producto durante una serie de años, es el material genético que se produce de forma sintética (en el laboratorio).

«Myriad no inventó los genes BRCA y, por tanto, no puede controlarlos», se felicitó ayer al activista estadounidense Sandra Parks, perteneciente a la asociación ACLU, por los derechos de las mujeres. El experto internacional en genoma humano Carlos Romeo Casabona, miembro del Comité Asesor de Ética, valoró la sentencia como una decisión que evitará los monopolios en el ámbito de la salud humana y «favorecerá una competitividad que beneficiará a las personas».

Las reacciones en el ámbito científico fueron igualmente de satisfacción. «Es una buena noticia», valoró el investigador Carlos Martínez, del Centro Nacional de Biotecnología. «Los genes eran y seguirán siendo de la Humanidad».