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EL HOMBRE QUE ME CAMBIÓ LA VIDA
Actualizado: GuardarLos recuerdos y emociones se agolpan en estas circunstancias. Es inevitable. Me podría pasar horas y horas tirando del hilo de la memoria. Pero lo primero que no puedo olvidar es que Elías Querejeta fue clave en mi vida. No exagero. Cambió radicalmente el curso y camino que yo tenía trazado... ¡Un giro de 180 grados! Cuando empezamos a colaborar, yo era profesor de Electrónica en el Instituto Politécnico de Pamplona y no me planteaba una carrera como realizador. El cine siempre me había entusiasmado, había hecho cortos ('La danza de lo gracioso', 'Paisaje'...) pero nada más.
La producción de mi primera película ('Tasio'), en 1984, marcó un hito en todo mi planteamiento vital. Ya no había marcha atrás. Luego hicimos otros tres trabajos juntos: '27 horas' (1986), 'Las cartas de Alou' (1990) e 'Historias del Kronen' (1995). Más allá de lo profesional, hemos sido muy amigos, hemos discutido y charlado de todo lo humano y de todo lo divino. Nunca perdí el contacto con Elías. Aprendí muchísimo de él.
Era un hombre apasionado. Por eso se involucraba y defendía sus películas hasta las últimas consecuencias. Un talante que, en la práctica, podía provocar roces y debates acalorados. Yo mismo confieso que llegué a discutir con Elías más de cuatro horas sobre un plano... Que si era necesario, que si cómo hacerlo... Las polémicas con Elías se zanjaban cuando una de las dos partes daba un argumento convincente y sólido, daba igual que la razón se la llevara él o la otra persona. Ahora bien, cuando no se llegaba a ningún acuerdo, siempre respetaba la decisión del director. Al menos, esa es mi experiencia. Un ejemplo: en varias de mis películas, hay composiciones de estructuras y planos que responden a mi criterio y no al suyo. No le importó dar su brazo a torcer.
Tenía un concepto de equipo muy arraigado. Estaba convencido de que todo el mundo -director, productor, actores, técnicos...- buscaba lo mejor para la película. Siempre me sentí muy a gusto en su compañía, ya fuera en lo personal como en lo profesional. No tenía nada que ver con los productores que se limitan a cumplir con la función de gestor económico, como si lo único importante fuera el costo y la rentabilidad. En su caso, sabíamos que defendía y proponía una idea cinematográfica -con todo lo que eso implica-, y lo hacía con energía y convicción. Dicho esto, no siempre acertaba porque todos nos equivocamos en algún momento. Nadie es perfecto.
Es un productor que define una época. El cine y la producción en España no se entiende sin la figura de Elías. Entre los años 60 y finales de los 90, se muestra como una figura clave. Es más, yo diría que alcanza dimensiones de símbolo. Lo cual, por otro lado, no debería llevarnos a la mitificación. Cada cual tiene su momento y su época. En los últimos 15 años las cosas han cambiado muchísimo, tanto en la forma de producción como en el consumo. Bien es verdad que Elías intentaba adaptarse a las nuevas tecnologías, no le importaba rodar con digital pero, sinceramente, deben surgir nuevas concepciones de producción adaptadas a los tiempos modernos. No hay alternativa.
Todos sabemos que hacía ya años que desgraciadamente Querejeta no producía -o no podía producir- porque su sistema y su entendimiento no respondían a los cauces de producción del siglo XXI. Más de alguno me preguntará si Elías deja herederos directos en el gremio. Pues no. Yo lo achaco a la propia evolución de la industria cinematográfica en España, que no daba pie a una relación maestro-discípulos y no sentaba escuela. Lo que sí tenemos son jóvenes -tanto directores como productores- con propuestas muy interesantes.
Soy un optimista confiado. Estoy convencido de que el futuro nos depara muchos 'elías querejetas', siempre y cuando conserven lo esencial: un profundo amor por el cine y pasión por contar historias con imágenes. Ese, y no otro, era el motor del trabajo de mi amigo Elías.