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PAN Y CIRCO

NADAL, EL CAMPEÓN

DANIEL GUTIÉRREZ
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Uno que tiene la mala costumbre de consumir deporte como parte de su rutina diaria y ha 'desperdiciado' buena parte de su tiempo en seguir Roland Garros durante las dos últimas semanas intuía, pensaba y esperaba, pero no deseaba, que pasara lo que terminó pasando en la final. Bueno, final por llamarlo de alguna manera porque realmente fueron unos veinte minutos 'reales' los que Ferrer le plantó cara a Nadal del total de 2h y 17 minutos que duró el asunto.

Sí es cierto que el factor deseo, además de encerrar una profunda admiración hacia la capacidad de superación de Ferrer como deportista y cierto hastío de que siempre gane el mismo en el mismo sitio (todo hay que reconocerlo), tenía una contundente base deportiva cimentada en su trayectoria en París antes de 'presenciar' el HISTÓRIC8 logro de Nadal, su evolución 'ganadora' en el circuito en los últimos meses y un estilo agresivo y contundente digno de plantarle cara a cualquier rival.

El alicantino había sido, con diferencia, el que mejor juego había practicado en toda la competición y el que mejores sensaciones había dejado en pista hasta cruzarse el mallorquín, pero en la final fue una 'sombra' de la realidad que encierra en su empuñadura y su mente (esa que tanto le ha costado domar) y una vez más me quedó claro que una cosa es ser un gran jugador y otra ser un campeón.

Campeón es el que sabe cuándo tiene que jugar sus mejores partidos. y lo hace. El gran jugador gana partidos a un nivel de campeón, pero se olvida de jugar como lo ha hecho previamente en el momento de la verdad. Entiendo perfectamente que en el deporte hay que vender la épica, el punto perfecto, el partido magistral, pero la realidad es que Nadal lo tuvo más fácil de lo que intuía y Ferrer lo hizo mucho peor de lo que pensaba porque estaba más nervioso y presionado de lo que esperaba. y deseaba.